La discusión sobre CEOs (Chief executive offer) versus políticos de cuna, en ejercicio de la función gubernamental, polariza a la sociedad Argentina. De los cuadros políticos "camporistas+ representados por Otavis, De Pedro y Esteche a los técnicos del "Cardenal Newman+, representados por Aranguren, Brown y Cabrera, entre otros, la clase dirigencial argentina no conoce de gradualismos, intereses, ni puntos en común. De la obediencia, verticalidad y obsecuencia de los primeros a la autonomía, ingenuidad y falta de tiempos políticos de los segundos, el supuesto cambio de perfil de la gestión, promete no estar exento de problemas, generando incertidumbres sobre un gobierno sui-generis que está en busca de su identidad. 


Para poder dimensionar y poner un poco de números al asunto, recurrí al análisis del trabajo efectuado por miembros del Conicet agrupados en el Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES) y la UNSAM (Universidad Nacional de San Martín), el cual bajo el título de "Observatorio de las Elites Argentinas+, ha relevado el número de ex ejecutivos del ámbito privado, hoy parte del cuadro político con funciones dirigenciales del gobierno del Ing. Macri. Algunos números llaman la atención: 1- Uno de cada tres funcionarios tienen un pasado gerenciando en el sector privado. 2- En el análisis de ex ejecutivos del sector privado por Ministerio, a diferencia de gestiones anteriores en donde por su perfil técnico, los CEOs se concentraban en sectores económicos y de producción; en la actual gestión tienen un puesto relevante en casi todos los ministerios, solo en términos de referencia constituyen un 70% en la Jefatura de Gabinete, un 50% en Energía, 40% en Economía y Finanzas, un 27% en Agroindustria, un 11,5% en Seguridad y tan solo un 7,7% en Educación. 3- Entre los miembros del gabinete, 14 miembros son ex ejecutivos de relevancia en el sector privado. 


Desde el retorno democrático en Argentina, ninguna administración presidencial ha tenido una característica de este tipo, por lo cual el éxito o el fracaso en su gestión presenta un final abierto. Esta impronta del gobierno de Macri, en principio permite suponer dos cosas: por un lado, el pasado empresarial del presidente y su forma de trabajo suponen que sus funcionarios tienen la capacidad y la ejecutividad para llevar a cabo su proyecto de país, y por el otro la conformación de su partido y alianza de la cual forma parte. 


Los defensores del proceso que se verifica, sostienen que la elección de hombres que administraron exitosamente una empresa, tienen las capacidades para hacer lo mismo en el Estado, los detractores de este estilo suponen que el interés general se logra solo a través de la implementación de políticas públicas, las que en muchos casos distan de los criterios de rentabilidad que guían al capital privado. 


Independiente de la posición fundada que cada uno tenga al respecto, hay que resaltar aspectos a favor y en contra de CEOs en ejercicio de la función pública: Positivos: Formación técnica. Ejecutividad en la toma de decisiones. Capacidad de trabajo y liderazgo. Visión estratégica de largo plazo. Negativos: Posibilidad de incompatibilidades entre las obligaciones de gestión y su trayectoria en el ámbito privado. Falta de comprensión de los tiempos y códigos de la política. Forma de trabajo incompatible con estructuras y procesos de la administración pública. 


La decadencia en términos de valores y vocación dirigencial, requieren que la vieja retórica de convocar a los mejores y más capaces para gobernar se haga realidad, es tiempo de deponer actitudes sectarias y corporativas, quizás en la complementariedad de un sólido proyecto político y la profesionalidad y ejecutividad de sus ejecutores esté la clave.