A los seres humanos, a menudo nos viene muy bien que se nos recuerden algunos temas fundamentales para la vida. No sólo en el aspecto físico - biológico o material, sino también para la salud del espíritu. Es por eso, que en la Iglesia católica, celebramos cada mes de setiembre, "El mes de la Biblia''. Aunque, como suele ocurrir en otros credos cristianos, diariamente tenemos presente la Palabra de Dios, Luz que guía nuestros pasos.


Se cree que la Biblia es el libro más vendido de la historia, y no parece posible saber cuántos ejemplares se escribieron a los largo de los siglos. Gutenberg inició con ella el uso de la imprenta. Se le reconoce también su valor como fuente cultural y por ser el libro de referencia dentro de las culturas judía, cristiana (católica y protestante) e islámica. Pero la verdadera importancia de la Biblia no es cultural, no se debe a la belleza de su estilo ni a su contenido moral; la clave es que la Biblia encarna la Palabra de Dios escrita.


Resulta reconfortante que, a inicios del siglo XXI, y con los profundos cambios culturales por los que atraviesa la "aldea global'', nuestro mundo, aún encontremos personas, grupos y familias que le dejan un lugar especial al texto sagrado, e incluso dedican horas para la lectura, la escucha y el estudio de la Sagrada Escritura.


Los cristianos, solemos rezar en la liturgia: "¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen!''. Es que creemos que la respuesta al sentido de la vida nos la da Dios en la Biblia. Por eso es importante plantearnos su lectura: nos da cultura, tiene textos hermosos (pensemos, por ejemplo, en los Salmos, o en los cuatro Evangelios), pero, además, alimenta nuestra alma y nos ayuda a rezar. Para esto contamos con la ayuda del Espíritu Santo a quien conviene invocar siempre antes de abordar con fe y devoción los 73 libros de la Biblia, todos inspirados por el mismo Dios.


Constatamos, cada día, con estupor y preocupación, que la sociedad actual se encuentra atravesada por un clima enrarecido, no sólo a nivel mundial -por las noticias que recibimos a través de los medios de comunicación-, sino también en nuestra propio país que no atina a librarse de aquellas costumbres y opciones que siguen deteriorando la cultura de la vida, del trabajo, del estudio, y del encuentro sereno entre los argentinos.


¿Es que los argentinos desoímos la Palabra de Dios?, es muy probable, y a la vista está que no es conveniente. La Biblia nos brinda el camino para recuperar la unidad y la paz social, la recuperación no sólo económica sino también y sobre todo moral y espiritual. Leemos en el Salmo 1: "Feliz el hombre que no sigue el consejo de los malvados, sino que se complace en la Ley del Señor y la medita de día y de noche''.

Pbro. Daniel Ríos. - Párroco Santuario Inmaculada Concepción