Han sido creados recientemente en San Juan, centros educativos infantiles, que atienden los requerimientos de la población hasta cinco años de edad. Están destinados a hijos de madres trabajadoras que deben dejarlos allí para cumplir con su labor cotidiana. Es una ayuda estatal interesante y formadora, pues implica por un lado que los pequeños estén bien cuidados y aprendan diversas estrategias didácticas que colaboren con su maduración y su inserción definitiva al sumarse a la organización escolar institucionalizada.

Cuando en una comunidad nace este tipo de infraestructura educacional, constituye un hecho humano y social positivo porque ofrece una alternativa de vida mejor, a la vez que permite a los pequeños acceder a las herramientas tecnológicas y a la animación sociocultural que personal docente especializado de nivel inicial imparte con dedicación y esmero. El niño se socializa, aprende hábitos racionales de conducta que moldea su existencia futura y acompaña desde el mundo del aula la vida laboral de sus madres. La idea de estos centros no es nueva, existió siempre pero ha tomado un nuevo impulso a raíz del aumento de la matrícula y la escasez de ámbitos adecuados donde se impartan enseñanzas y prácticas educativas.

Días atrás se conmemoró el "Día de los jardines de infantes”, en homenaje a Rosario Vera Peñaloza, la educadora riojana que inició los primeros intentos de una educación inicial en nuestro país. Los centros educativos sanjuaninos responden a la idea primigenia de esta gran formadora: educar para la vida desde la más tierna infancia a quienes con ojos asombrados descubren que hay un mundo mejor contenido en una escuela que los ampara y asiste.