Trátase de la siguiente historia: con motivo de un acto electoral respecto a la elección entre distintos candidatos a ocupar un cargo político entre los cuales se destacan notorias diferencias, una de ellas el carisma personal, otra, la más importante, que uno de ellos esta imputado en diversas causas por delitos económicos o de corrupción, sin embargo, al momento de elegir el buen vecino se inclinó por el candidato con mayores cuestionamientos legales, bajo dos sólidos argumentos según su entender, en primer lugar: todos los que ocupan ese tipo de cargo incurren en actos de corrupción, que en absoluto es algo novedoso, que se trata de algo prácticamente inevitable, y en segundo lugar: que el robo es del dinero público, por lo tanto, no es un robo dirigido directamente a él, de modo que, no lo afecta en su situación personal, se trata de un robo al Estado y este es una especie de nebulosa que pertenece a todos y al mismo tiempo no pertenece a nadie, en definitiva tal actuar delictivo no tiene incidencia en su situación económica particular, en conclusión soslaya tal aspecto que considera irrelevante motivando su sufragio en el carisma personal del mentado candidato.

 

Con el devenir del tiempo quien con tales condiciones accedió al ejercicio del poder comenzó a ejercerlo en forma discrecional y arbitraria, sin sujeción a normas fundamentales, bajo el autoconvencimiento de que la voluntad popular aún conociendo sus condiciones lo había legitimado reivindicando sus actos espurios, cuya consideración y/o valoración se omite deliberadamente por tratarse de un elemento que está implícito en el ejercicio del poder, y por tanto, tal actuación no merece ser objeto de reproche, no reconociendo más límites que los que impone su voluntad. Como consecuencia de tal régimen se agrava el deterioro económico volviéndose refractario a la inversión de capitales, en un ámbito funesto y ruinoso solo se acercan los buitres a explotar la necesidad del Estado moribundo que se ve forzado a emitir títulos leoninos. Así en un marco cada vez mas asfixiante donde el progreso se torna en una simple ilusión para muchos, se impone como única "alternativa razonable” la emigración.

 

Pues bien este buen vecino de pronto recobra la conciencia advirtiendo que solo se trató de una terrible pesadilla de la que fue objeto. A partir de ese momento cada desempeño de su rol ciudadano se encuentra fuertemente motivado en la defensa de su ámbito privado y de sus derechos particulares a los que protege con el sable del samurai frente a cualquier esbozo de abuso institucional, al que califica como la peor de las amenazas con formidable poder destructor de estamentos jurídicos en desmedro del desarrollo personal, que debe ser inoculado desde su raíz para impedir que pululen como cuestiones naturales en el ejercicio del poder. Tal fue el alivio de este buen vecino al comprobar que nada del contenido de aquel sueño formaba parte de la realidad, ni si quiera el acto eleccionario, que esperó ansiosamente el primer y próximo evento electoral para emitir sopesadamente su sufragio orientado a favor de aquel que represente la mejor garantía de los derechos del ciudadano, bajo la firme convicción de que solo a partir del respeto de tales se construye el Estado, empero, no como algo impreciso y ineficaz si no como una estructura eficiente al servicio y bienestar de los conciudadanos.