España teme alejarse cada día un poco más del primer mundo. El recorte oficial de 15.000 millones de euros en el gasto público, proyectado por presión de los mercados internacionales para intentar cerrar el abismo de un déficit fiscal de dos dígitos, fue el detonante que ha encendido la ira de los ciudadanos españoles.
Este país vivió un consumismo irrestricto, al punto tal que una extensa clase media comenzó a endeudarse en grado superlativo. El valor de la propiedad registró un falso "boom" de manera paralela a la burbuja inmobiliaria de los Estados Unidos, que provocó la crisis mundial de 2008. Pensaban que tenían asegurado su futuro por el hecho de pertenecer a la Unión Europea y por la rentabilidad del turismo, perdiendo el control de la economía.
Las principales bolsas del mundo cierran todas las semanas con un severo desplome, aquejadas por la doble duda de que la crisis fiscal y financiera está realmente en trance de la resolución satisfactoria y duradera y, sobre todo, de que los planes de ajuste sean lo suficientemente sólidos como para que los mercados remonten. En los últimos meses había quienes tenían una visión excesivamente optimista sobre la recuperación. Pensaban que sería lenta, pero irreversible, aunque la realidad está negando esta visión de un modo bastante crudo.
Hay impotencia contra la magnitud de la recesión; existe una alarmante volatilidad de los mercados; progresivo deterioro de la unidad monetaria en torno al euro, que hoy permanece hundido en valores mínimos de hace cuatro años; continuas alertas del Fondo Monetario Internacional sobre los abultados niveles de exceso de deuda; y de modo concreto, la desconfianza y el pánico real de los inversores a que en cualquier momento se produzca un colapso total de la economía como el que estuvo a punto de ocurrir días atrás en la eurozona, cuando se revivieron los momentos angustiosos de la quiebra de Lehman Brothers.
Resulta evidente que el presidente del Banco Central Europeo, Jean Claude Trichet, no exagera cuando indica que siguen siendo "tiempos dramáticos, los más difíciles desde la Primera Guerra Mundial". El riesgo de contagio entre unos sistemas financieros y otros no se ha alejado porque ninguna economía es hoy independiente de las demás.
En el caso de España, la inseguridad financiera y de los mercados sólo es equiparable a la incertidumbre que vive hoy la sociedad. De este modo resulta ingenuo ocultar que la crisis de la eurozona ha adquirido el carácter de histórica.