En una siesta de octubre sanjuanina, hace ya varios años, salimos a rodar en bicicleta por las sinuosas curvas e impactante paisaje de la quebrada de Zonda. Después del monumento trunco al ciclista, nos encontrábamos con la mítica hostería de Zonda.

Recién la abandonaban, y estaba casi intacta, pero ya los vándalos habían impactado un proyectil en una de sus ventanas. Pasaron los días, y a medida que pasábamos por esta curva, seguíamos viendo actos vandálicos.

Continuaban las roturas de cristales, luego los grafitis, hasta quedar casi destruida. Sólo cabía preguntarnos: ¿qué hubiera pasado si en aquella tarde de octubre, la primera ventana rota, hubiera sido reemplazada, y en su caso, y de haber sido detenido el infractor, sancionado severamente?

Pero estos ejemplos tiene sustento en la teoría de Philip Zimbardo, psicólogo social de la Universidad de Stanford. En 1969 realizó un interesante experimento que devino en teoría gracias al trabajo de James Wilson y George Kelling. Se le llamó "La Teoría de las ventanas rotas". Vale la pena conocer en qué consiste porque su aplicación cubre amplias áreas de nuestra vida.

El experimento consistió en abandonar un coche en el deteriorado barrio del Bronx de aquella época: pobre, peligroso, conflictivo y lleno de delincuencia. Zimbardo dejó el vehículo con sus placas de matrícula arrancadas y con las puertas abiertas para simplemente observar qué ocurría.

Y sucedió que al cabo de tan sólo 10 minutos el coche empezó a ser desvalijado. Tras tres días ya no quedaba nada de valor en el coche y a partir de ese momento el coche fue destrozado.

Pero el experimento no terminó ahí. Había una segunda parte consistente en abandonar otro vehículo idéntico y en similares condiciones pero en este caso en un barrio muy rico y tranquilo: Palo Alto, en California.

Y sucedió que durante una semana nada le pasó al vehículo. Pero Zimbardo decidió intervenir, tomó un martillo y golpeó algunas partes del vehículo, entre ellas, una de sus ventanas, que rompió. De este modo, el coche pasó de estar en un estado impecable a mostrar signos de maltrato y abandono. Y entonces, se confirmó la hipótesis de Zimbardo.

¿Qué ocurrió? A partir del momento en el que el coche se mostró en mal estado, los habitantes de Palo Alto se cebaron con el vehículo a la misma velocidad que lo habían hecho los habitantes del Bronx.

El sustento teórico de la Teoría de las ventanas rotas es simple: si en un edificio aparece una ventana rota, y no se arregla pronto, inmediatamente el resto de ventanas acaban siendo destrozadas por los vándalos.

El motivo es un mensaje que se está transmitiendo: aquí nadie cuida de esto, está abandonado.
En definitiva vemos que esta teoría se puede aplicar a todos los ámbito en nuestras vidas, y sus resultados son simplemente asombrosos.

Rudolf Guiuliani, quien fuera alcalde de Nueva York entre 1994 y 2001 aplicó esta teoría, y consecuente con ello, la tolerancia cero. El resultado fue que sencillamente la ciudad cambió. De ser un sitio inseguro y con crímenes permanentes, pasó a la seguridad y tranquilidad en una de las ciudades más cosmopolitas del mundo.
La fórmula no es extraña, es simple y eficaz, pero no da tregua ni permite semitonos en su ejecución.

(*) Abogado, escritor.