Llegamos al final de un año que requiere balance y nos abrimos a otro nuevo que genera desafíos y esperanzas. El ciclo de días que hoy concluye, seguramente que a nivel personal de cada uno habrá estado marcado por logros y fracasos, gozos y tristezas. Todo lo que nos sucede ayuda al crecimiento personal, por eso es también el momento de agradecer.
Se dice que la gratitud es la memoria del corazón. Debiéramos hacer memoria por los acontecimientos positivos que hemos vivido y los negativos por los cuales hemos llorado, recordando a su vez que, cuando la vida presenta razones para llorar hay que demostrar que se tienen una y mil razones para sonreír y agradecer.
A nivel social, nuestro país ha conocido etapas de crispación, marcadas por la pobreza que humilla y la falta de diálogo que envilece. El país soportó sin mayores problemas, en el año que termina, el embate de la crisis internacional que ha comenzado a revertirse con la recuperación de los mercados, pero continúa la incertidumbre y la falta de reglas claras para un desarrollo sostenido. La renovación parlamentaria abriga esperanzas de un equilibrio de poderes para tonificar a la democracia.
Nos aproximamos a la celebración del Bicentenario, fecha en la que haremos memoria por esta etapa de historia recorrida como Nación. Será el momento de agradecer pero también de aprender. Extraer como lección, la grandeza y humildad de aquellos hombres y mujeres que, sin pensar en sí mismos, pero pensando en las futuras generaciones de argentinos, no ahorraron esfuerzos para luchar juntos, sembrando las bases de una Nación que anhelaba vivir en libertad y responsabilidad.
La hora actual nos muestra que hay carencia de líderes en todos los niveles, porque la mediocridad ocupa el lugar de la excelencia, la ineptitud se esfuerza en desplazar a la formación, y la verdad busca ser destronada por el engaño. En muchas ocasiones hemos escuchado o nosotros mismos advertimos que el año que hoy llega a su ocaso, transcurrió velozmente. Es que el tiempo galopa y la vida se fuga entre las manos. Pero puede diluirse como arena que origina desiertos o como semilla que crea valles y engendra futuro. No es este el tiempo de lamentaciones sino de proyecciones.
La esperanza nos motiva para seguir adelante sin desalientos, no algunos días sino todos los días. El poeta y dramaturgo alemán Bertolt Brecht (1898-1956) afirmaba que, "Hay personas que luchan un día y son buenos. Otros que luchan un año y son mejores. Están también los que luchan muchos años y son muy buenos. Pero se encuentran los que luchan toda una vida: esos son imprescindibles".