Perdimos con Brasil, el local pentacampeón del mundo. Siamo fuori de la copa esta vez en semifinales. El año que viene se juega otra Copa América reorganizada para hacer coincidir las fechas con las de la Eurocopa. Venimos de varias frustraciones en los mundiales no obstante ser uno de los únicos 8 equipos que lograron el triunfo final de los 32 que están participando y de tantos otros que ni siquiera clasificaron. Dos copas y tres subcampeonatos. El año que viene inicia la carrera hacia Qatar 2022. La competencia será dura, así lo demostró el hambre de japoneses y qataríes invitados a esta reunión en América del Sur. Ni hablar de que Mali nos eliminó por penales en el reciente mundial Sub-20. Décadas atrás le metíamos de a 10 a Venezuela y ahora festejamos un 1 o 2 a cero. Ya nos ganaron más de una vez. La "culpa" la tiene Joseph Blatter, quien trabajó desde la FIFA para incorporar a Norteamérica y luego Asia. África ya venía apareciendo como bien lo sufrimos en Italia 90. El "mercado" del deporte más popular se agrandó, algo que también ocurrió con otras disciplinas, tenis, golf y con la música clásica y pop. "El baile del caballo", desde Corea, registró más de mil millones de reproducciones por internet. Otra que Beatles o Rolling Stones, Elvis, Bee Gees o Elton John. Uno de los mejores pianistas clásicos actuales es chino. Ninguno de los "chicos" o "nuevos" se quejó, todos lucharon por pertenecer, en cualquier rubro, al gran escenario. En fútbol, ganando o perdiendo, somos competitivos. "No sabía que el mundo estaba tan globalizado" dijo Duhalde en 2002 en México, frase vergonzosa para un Presidente pero, al menos, honesta. La cultura anterior, su cultura, era otra. El mundo ya no es aquél en que llamábamos "exportadores" a quienes llevaban duraznos o uva de San Juan a Buenos Aires. Jugar en ligas mayores internacionales no garantiza que se vaya a ganar. Nadie puede garantizar eso porque ganar es lo que quieren todos. Así será la relación comercial con la Unión Europea. Ellos nos intentarán vender y nosotros a ellos. Nadie se resignará a perder siempre, aunque no falte quien piense que los países ricos tienen obligación de comprar y no vender. Eso no va a pasar, como tampoco es posible frenar el proceso de globalización comercial. La firma de un acuerdo de libre comercio con uno de los tres grandes mercados mundiales es posible que en el arranque nos ponga en desventaja, como le ocurría al viejo equipo de fútbol de Venezuela. Pero esa es la cancha en que se juega el partido y donde se disputan los campeonatos que valen la pena. De poco le valdría a San Martín ganar todos los torneos locales, es preferible ganar y perder, pero en primera o por lo menos en la B. Ese será el desafío de los próximos años. Hasta ahora nos hemos venido comportando como un mercado cerrado. La apertura de nuestra economía es un porcentaje muy bajo de nuestro producto bruto anual. Es más, la tendencia de las últimas décadas, ha sido a un mayor aislamiento con resultados previsibles: oferta escasa y demanda con expectativa creciente. De ahí a la inflación estructural hay un corto camino.

La apertura de nuestra economía es un porcentaje muy bajo de nuestro PBI anual.

Cuando Menotti armó la selección que habría de ganar el primer campeonato del mundo, lo primero que hizo fue dar a los candidatos elegidos "rodaje internacional". El marcador de punta debía conocer la velocidad de los atacantes por su zona. Había que enfrentar al fútbol total de los holandeses, la capacidad de juego aéreo de los escoceses, el "catenaccio" italiano y el orden o concentración alemanes. Más o menos conocíamos la garra de uruguayos y el virtuosismo de brasileños, pero no era suficiente. Ahora a los holandeses les podemos vender uva, vino al Reino Unido y, por qué no, a Francia o España. De Italia ya tuve la experiencia de sorprender a un amigo romano con un blanco viognier de 13,5 grados, que dejaba lágrima en el vidrio, lo que sólo suele pasar con los tintos. Esto en Europa no existe, me dijo, y si existe, cuesta 10 veces más que aquí. El mundo no se va a adaptar a nosotros, somos nosotros los que debemos adaptarnos. Hay correcciones que hacer en muchos campos, desde lo jurídico hasta lo laboral y tecnológico para ganar productividad. Imaginación y creatividad no nos faltan. Pero si ya pudimos poner un Papa en Roma ¿a qué le tenemos miedo? Tenemos cinco premios Nobel, basquetbolistas destacados en las ligas mayores y dos de los mejores futbolistas de la historia, Maradona y Messi, un múltiple campeón de Fórmula 1, a Guillermo Vilas, Daniel Barenboim, Borges, Sábato y Cortázar. En general no nos ha ido mal cada vez que salimos a competir en serio. Claro, todos casos sueltos basados en esfuerzo individual. Haría falta liderazgo que nos enseñe a jugar en equipo. No se puede pensar en una economía cerrada para 45 millones de habitantes. China se está abriendo y tiene 1.600 millones. En 2026 jugarán un mundial 48 equipos, cada vez más. El tren parte para allá, o subimos o quedamos en el andén.