La "comunidad'' es un concepto cuyas aplicaciones y usos recorre ámbitos bien distintos en la historia del pensamiento, y, sobre todo, del pensamiento político. Si nos remontamos a su origen, communitas, comunidad, o estado común, es un vocablo latino cuya raíz la debe a "moenia'', que quiere decir "muralla'', entendido generalmente como la "defensa común'', aunque, también, de "munus'', cargo u obligación entre participantes que otorgan y reciben. 

Pero más allá de su etimología, este concepto señala una pertenencia que abarca a muchos (nunca a todos), a los cuales los hace "comunes''. En la antigua Grecia, los filósofos presocráticos utilizaron el concepto de arkhé ("principio'', comienzo, mandato rector, punto de partida, fundamento constitutivo del que proceden todas las cosas) para señalar aquello que es "común'', sin despreciar las diferencias y multiplicidades que se revelan para manifestar lo verdadero.

Visto desde un punto de vista político y sociológico, implica siempre un segmento, un grupo o clase que se rige por una normatividad determinada, la cual no puede eludir ciertos rasgos de cumplimiento ante un patrón de obligatoriedad, como criterio de demarcación (criterios que marcan la diferencia entre pertenecer o no a la comunidad).

Justamente, los grupos sociales, así entendidos, perseguirían un fin bien claro en un contexto social determinado, bajo la red de tensiones fruto de las relaciones sociales establecidas dentro de las "murallas'', a saber, del mapa geopolítico.

Ahora bien, a esta lectura general y abstracta debemos añadir que no todos los pensadores, ni nosotros mismos, sostenemos el mismo concepto de "comunidad'' a la hora de interpretarla. Algunos sostendrán que nuestro concepto hace referencia a una voluntad de pertenencia a través de relaciones que se rijan por las normas de la comunidad, cuya meta sería un provecho que trascienda los intereses particulares. Otra manera de verlo es aquella que sostiene que una comunidad es, necesariamente, una sociedad, en la cual también se aplica la lógica de relaciones, más ahora, societarias, a saber, estableciéndose entre individuos que pretenden conseguir ciertos fines que se correlacionan directamente con sus intereses particulares.

Es preciso pensar en este concepto, y en nuestros tiempos en una manera particularísima, ya que, supuestamente, la "comunidad'' implica identidad de sentimientos y deseos colectivos, como también denota un rasgo de intimidad (amistad) y moralidad que se rige explícitamente en el marco normativo, legal, institucional.

La confusión o la interpretación errónea nos puede llevar a considerarla justamente como un plexo de relaciones estrictamente contractuales, regidas por una racionalidad instrumental, utilitaria e individualista y una ética basada exclusivamente en la competitividad pretendidamente legal y amoral al mismo tiempo.

Ahora bien, podemos preguntarnos: ¿en qué tipo de comunidad vivimos?, ¿nos regimos todos por el mismo criterio normativo, legal, moral, en vistas de un fin común, una meta que trascienda nuestros intereses personales, o, por el contrario, podemos avizorar una moral política (de todos, no sólo de los gobernantes) que solamente brega por el interés individual, partidario y estrictamente utilitario?, ¿nos sentimos parte de un común acuerdo en pos de un bien comunitario, o bien ha triunfado definitivamente una moral de valores vaciados de contenido, cuya enunciación sólo sirve para ser políticamente correctos?

(*) Docente, Estudiante de Filosofía.