Macri abrió el segundo sobre con las instrucciones clásicas a los gobernantes que asumen: Primera crisis, eche la culpa al gobierno anterior; segunda, cambie de ministros; tercera, haga tres sobres. Pese a la chanza, el segundo sobre había comenzado a ser abierto el año pasado cuando fueron relevados de sus cargos el ministro de Hacienda Alfonso Prat Gay y el titular del Banco Central Federico Sturzenegger. Ya habían renunciado Carlos Melconián al Banco Nación y Luis Caputo al Ministerio de Finanzas. Melconían disconforme conque no se publicara en los inicios la situación gravosa en que se encontró al país. La llegada de Hernán Lacunza muestra la dificultad que se tiene para integrar gente nueva en medio de una crisis y sobre el final de un mandato. Se tentó a más de un economista de reputación, condición imprescindible para recuperar credibilidad, pero nadie quiso tomar la brasa. No quedó más que acudir a aquellos que no pueden negarse. Este sería el caso de Lacunza, cuyas capacidades por ahora nos son desconocidas. Pero, fuera del alcance de toda especulación, hay algunas cosas definitivas. Un riesgo país por encima de los 1.800 puntos es algo que no se corregirá pronto. Es una cifra de default, por lo que hay que descartar que Argentina pueda acceder a algún crédito en el sector público o en el privado por un lapso muy superior a lo que resta hasta diciembre. Grado de inversión se considera 200 o 300 puntos, si ya era mucho 700 u 800, cuesta poco deducir lo que significa 1.800. No hay negocio lícito en el mundo que dé ganancias anuales superiores al 20 por ciento en dólares (recordemos que el riesgo país es la sobretasa que debe pagarse sobre los bonos de USA, es decir que, a los 1.800 puntos hay que sumar otros 200). Dicho de otra forma, hoy Argentina puede ser atractiva únicamente para delincuentes. La contraparte buena es que no haría falta pedir nada por ahora, ya se tomó todo el dinero necesario a su debido tiempo, al menos para atender vencimientos de deuda inmediatos. Al FMI se llegó no por deseo sino por obligación, pero hay que reconocer que fue a tiempo. Raro pero también bueno es que Hacienda haya comprado su propia deuda. A ver: yo pido plata, digamos 100 pesos, y entrego como garantía de cancelación un documento por ese valor. Ese documento puede convertirse en dinero contante en cualquier momento en lo que se llama el "mercado secundario" antes de la fecha de vencimiento. Ese comprador secundario pagará lo que el papel cotice en ese día en la bolsa, se entiende que siempre menos de lo que pagaría al final. Cuando ocurre algo como lo que pasó el lunes 12, sea por la razón que fuere, los tenedores de esos documentos (bonos), los salen a vender por un valor mucho menor del nominal por miedo a que el firmante (nuestro país) no pague. Teniendo efectivo, el emisor del papel, la Argentina, puede salir a comprar su deuda por la mitad de su valor o menos dependiendo de la situación y el pánico de los operadores. Los tenedores originales prefieren recuperar algo y no perderlo todo. Por la misma razón el jueves pasado aparecieron los llamados "fondos buitre", aquellos que arriesgan para ganar mucho a largo plazo, porque todos los países en algún momento negocian salir del default. La tesorería pudo disponer fondos como para recuperar deuda por más de 12 mil millones de dólares poniendo sólo algo más de 2 mil. 



Sigue vigente la teoría del ex brillante senador radical mendocino Raúl Baglini: "A mayor distancia del poder se hacen declaraciones más estrambóticas" (raras, exóticas). Los contendientes con posibilidades para octubre parecen haber intercambiado sus discursos, Fernández conservador y Macri poniendo plata en los bolsillos de la gente. Es otra evidencia de la sorpresa del resultado de las PASO. El pedido de algunos de que haya foto entre los candidatos es torpe. Para Macri sería reconocer que el resultado es irreversible y para Fernández arriesgar algún gol en contra sin necesidad. Cosa absurda también es la reunión de los equipos económicos de ambas partes. Cuentan que el "loco" Bielsa, ex técnico de nuestra selección de fútbol, indicaba a un delantero que debía marcar a un defensor que subía por el costado. El jugador respondió: "Pero si yo bajo a defender no tendré fuerzas para atacar". El "loco" simplificó: "Haga una cosa, reúnase con él y queden de acuerdo, que él no suba así Ud. no tiene que bajar". Estos cónclaves son así de ridículos. Más importante que los programas que nunca se cumplen, es fundamental saber quiénes irían en el auto con Alberto. La figura viene de lejos y se atribuye al difunto Lorenzo Miguel. En los 80"s competían en la interna del PJ Lúder y Cafiero. El poderoso gremialista habría dicho: "Si gana Lúder vamos a ir a su acto, si gana Cafiero vamos a ir en el auto". Lo que en estos días hay que averiguar es quiénes irían en el auto con Fernández, porque se sabe que no irá solo. La duda es si gobernaría con decisiones propias o si permitiría la vuelta de aquél recuerdo de los 70"s en que el poder y el gobierno no estaban en la misma persona y en el mismo lugar. Por ahora, la conducción del movimiento que lo impulsa no está en sus manos y para hacerse de ella debería desprenderse de Cristina, nada sencillo. Más allá de anécdotas, ya hay consecuencias que tendrán efecto mucho tiempo: el riesgo país nos deja sin crédito y sin inversiones, nuestra moneda, que parecía recuperarse, se ha vuelto a destruir, seguirán las discusiones sobre precios y salarios sin tener firme una unidad de medida, la alta inflación continuará tapando ineficiencias y consumiendo tiempo de los comerciantes en remarcar y echarse la culpa unos a otros. Nada nuevo para nosotros, lamentablemente.