Una data trascendental para subrayar en la agenda de los acontecimientos monetarios internacionales se ha producido a partir del 12 de diciembre de 2018 a expensas de una decisión del Banco Central Europeo, consistente en que ha puesto fin al denominado programa de compra de deuda de bonos emitidos por los países europeos, básicamente de la eurozona, y, además, de las acciones corporativas.

Este preponderante acontecimiento a fin de relevarlo en su real y decisiva perspectiva, hay que referirlo, desde el punto de vista causal, en primer término, con la estrategia que los bancos centrales adoptaron luego de la crisis del 2008, para tratar de superar los problemas de la especulación incontrolada en base a la transacción de activos en distintos mercados como el de la vivienda hipotecaria y de las rentas extraordinarias tomadas en base a los diferenciales del precio del dinero que surgieron en razón de los distintos niveles de tasas en el mercado bancario en general. Esto último se refiere a los diferenciales que surgen respecto de las tasas de referencia que fija el Banco Central Europeo, con las que fijan los bancos centrales de cada país europeo para sus títulos, luego con las tasas que se pagan en el sector interbancaria, y, por último, las tasas cobradas y pagadas en el segmento del público usuario de los servicios bancarios, según se trate de operaciones de depósitos o de préstamos.

Este negocio de títulos en base a las tasas de interés fue apalancado por el Banco Central Europeo a partir del nivel de tasa cero, es decir, a partir de una política de precio neutro del dinero originado en el crédito público, y a partir de ahí se acoplaba una escalera de tasas por cada segmento del sistema financiero, que iba generando apreciables rentabilidades para los bancos a partir de la ventajosa tasa cero inicial.

Este tema monetario europeo no es teórico para las regiones de países emergentes y sobre todo para la Argentina, sino que, y por el contrario, es una cuestión de incidencia singular y práctica, porque es un vector que contribuye a combustionar el fenómeno de la volatilidad de los mercados financieros de los países emergentes sobre todo.

Pero, ¿en qué consiste y cuál es el efecto inmediato que trae aparejado el fin de este programa monetario de compra de activos?

Tratando de ser concretos veamos estas consecuencias específicas a través de un caso como el de España, ya que acontece que el BCE ha comprado casi 300.000 millones de deuda española en los últimos tres años, es decir, de deuda pública.

Como se puede colegir, es una compra multimillonaria, que ha ido a detener, sostener y remontar en gran proporción el declive del empleo y, a su vez, mantener un crecimiento relativo del PBI. 

Podríamos decir sin temor a incurrir en arbitrariedad que el pulmotor que le permitió capear la crisis de la vivienda en España junto al abultado déficit fiscal, fue explicado por este instrumento determinante de compra externa-comunitaria de deuda española. En sustancia este programa tuvo efectos positivos concretos, ya que contribuyó de modo decisivo al elevado crecimiento registrado del PBI español ex post 2008, y el que permitió articular una respuesta política de ponerle fin a los recortes de gasto público, y, a su vez, indujo la obtención de una reactivación de la política crediticia y del empleo.