La clase política argentina en general es responsable en menor o mayor medida, desde hace décadas, de la decadencia del país.


"Haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago". No me gustan los lugares comunes, pero ese viejo dicho se realimenta cada vez con mayor velocidad, a medida que la clase política se "pasa la pelota" a la hora de asumir responsabilidades. Por el aumento de la pobreza, la caída de la producción, la desaparición de nuestra moneda, el triste resultado de ser uno de los últimos en educación, muy atrás en índices de apertura económica, en generación de justicia, en promoción del empleo, etc. Eso sí, de los primeros en inflación, niveles de corrupción, cepos, inseguridad, protección de empresas prebendarías, etc. Una estadística que cuesta repetir, porque amarga. 


Y en verdad son todos responsables, en menor o mayor medida, desde hace décadas. El "yo no fui. Yo tampoco", con que se tiran culpas los responsables del manejo de la cosa pública, ofende la inteligencia del ciudadano común. Lo toman por ignorante o desprevenido.



La carta 


Esta reflexión, que por cierto no es ningún descubrimiento, viene a cuento de la "dura" carta de Patricia Bullrich a Alberto Fernández, en la cual, luego de describir el desastre que domina el panorama en todos los órdenes, lo conmina a tres medidas que "el señor presidente debe animarse a tomar con urgencia". En síntesis: facilitar la contratación, no más planes ni más transferencias, sacar del medio de una vez a los movimientos sociales y a provocar una verdadera revolución educativa. Perfecto. Y viene la pregunta de cajón ¿por qué no se plantó frente a su jefe a exigirle lo mismo cuando fueron gobierno?


Si las estadísticas no engañan, durante el gobierno de Mauricio Macri, se incrementó el desempleo, aumentaron los planes sociales, y no hubo tal revolución educativa.


El costado populista


La ex ministra Carolina Stanley tejió estrechas alianzas con los punteros políticos, pensando que así los acarrearía para su molino. Quedó como una ingenua y reveló el costado populista que en Juntos por el Cambio niegan, pero que en el fondo algunos juegan, bajo la esgrima de una presunta ortodoxia, especialmente su líder, Mauricio Macri.


Recuerdo que empezó con la estrategia de "no dar malas noticias", una de las banderas del populismo. Hoy afirma que el actual kirchnerismo será el último experimento populista. Pero lo cierto es que él se quedó a mitad de camino, oscilando entre populismo y república, y no dio pasos definitivos en orden a extirpar la pobreza, la inflación y los subsidios, entre otros fracasos, que menguaron algunos aciertos. 


 Rústico oportunismo 


Resulta ahora "que si Perón viviera, sería de Juntos por el Cambio". Rústico oportunismo y pésima lectura del humor actual, de quienes buscaron en él otra alternativa. Debería dejar de utilizar frases de Perón, como si fuesen directrices de su pensamiento. Nadie se lo cree. Así también, se ofende la inteligencia del ciudadano común y se lo estafa en su buena fe.