La caída de Muammar Kadafi, que gobernó a Libia durante 42 años con un autoritarismo que impuso desde la negación de los derechos básicos a los sufridos seis millones de habitantes del país africano, con con delitos de lesa humanidad, además de fomentar el terrorismo, requiere ahora levantar una nueva nación sobre cimientos democráticos.
El derrumbe del otrora poderoso régimen libio tal vez sea el mayor logro de la llamada "primavera árabe”, las protestas espontáneas que ocuparon las calles de El Cairo en febrero pasado, en demanda de la democratización egipcia. De allí, la búsqueda de libertad fue como reguero de pólvora por el mundo musulmán, con los resultados conocidos, y un hito trascendente como es el fin de la brutal dictadura libia y la guerra civil desatada por Kadafi en un intento desesperado para mantenerse en el poder.
Por eso en Libia se debe construir todo, desde la organización política e institucional, a partir de la reconciliación social, hasta la economía diezmada por una conducción que priorizó el armamentismo a la producción, a pesar de ser un país petrolero, llegando al quebranto. La guerra tiene una secuela dolorosa en todos los ámbitos internos y su repercusión externa. Será una tarea compleja, difícil y dura, ya que una democracia debe mantener un equilibrio donde el respeto étnico debe ser la base de la estabilidad social con los derechos y garantías de toda nación moderna y pluralista. Así lo interpreta un llamamiento de todos los gobiernos democráticos del mundo, consustanciados con este sentimiento y para lo cual han expresado la solidaridad y el apoyo al sufrido pueblo libio.
El Consejo Nacional de Transición, a cargo de las difíciles tareas de esta nueva etapa, prevé convocar a elecciones nacionales en un lapso de ocho meses, de las que deberá surgir un gobierno legítimo sustentado por un Estado de derecho. Ojalá la paz y la unidad social lo permitan, a la vez que la comunidad internacional colabore con las fuerzas democráticas y pluralistas en la construcción de un Estado libio nuevo e inclusivo, sin revanchismos sectarios que generen el establecimiento de una teocracia islámica, como ocurrió en Irán, tras derrocar al gobierno de Palevi.
Ahora urge pacificar a Libia, donde reina la confusión y la anarquía en grupos armados, para evitar más derramamientos de sangre. Los movimientos árabes y las revueltas que generaron, ya derrocaron este año a tres gobiernos dictatoriales, mientras los aires de libertad ya soplan sobre el régimen sirio. La ansiada libertad ha costado mucho para no asegurarla definitivamente.
