Unión. Fuerza. Corage. Tres palabras que se asimilan a solidaridad, a veces con un vocablo teñido de cierto matiz político o religioso, pero en su esencia con idéntico significado.
Las manos unidas pueden dar aliento, pueden ser símbolo de confraternidad, de fortaleza, de calor. Pueden invitar a otras manos a unirse a la gloria de construir una obra que albergue que contenga que ascienda hacia el progreso desde la ruina más honda.
Hoy es Chile, pero en el ayer perdido en el lejano camino de la memoria está San Juan erguido ahora, de pie, mirando hacia el futuro como parpadeo de luz esperando el milagro de la uva, del vino, de la industria, del trabajo transformador, de la huella profunda del labrador incansable, del trabajo honesto.
Chile es ejemplo pero San Juan lo fue y lo seguirá haciendo en organización y fortaleza ante hechos trágicos y ante sucesos que la conmuevan.
Una bandera chilena rota por los embates del mar marca un símbolo que lo sostiene en la lucha. Una bandera argentina junto al escudo de San Juan nos hace muchas veces el epicentro de todas las miradas.
La bandera argentina flamea más esplendente que nunca en el Bicentenario. Es una bandera fraterna que busca otras banderas para que la sigan en ese camino que solo el corazón sabe para superar los obstáculos, la inseguridad, la mentira y la desunión.
Ante el dolor del hermano país vemos nuestra propia fecundidad y la reflexión se espeja en el pasado de los que aún pueden recordar sus propias vivencias y de los otros que en tiempos difíciles tienen que fabricar todos los días, una verdad particular para creerse libres y triunfadores por encima de las dificultades cotidianas.
La vida es difícil para todos, para el empresario y sus empleados, para los docentes y sus alumnos, para los industriales y sus obreros pero con ese espejo de solidaridad que tenemos en Chile y con la evocación de los propios sanjuaninos haciendo camino, continuaremos. Con el impulso de los gobernantes, con la serenidad en los momentos penosos debemos construir otra tierra y darle un particular sentido a la propia vida, porque chilenos y argentinos sabemos que la naturaleza nos castiga y nos hace humildes.
Solo no miente la mano abierta y generosa del hombre fiel y honorable, unida a todas las que se acerquen con intensiones de paz y bienestar.