En la actualidad se está debatiendo fuertemente sobre la regulación del consumo de bebidas alcohólicas y azucaradas a nivel nacional, habiéndose generado una polémica entre productores y Gobierno nacional. Pero más allá de los intereses de uno y otro sector, es importante analizar aquellos que hacen a la salud de la población.

Se ha dicho que existe una diferencia entre las bebidas alcohólicas y las azucaradas, ya que las primeras son beneficiosas para la salud y las otras no. Debemos entender que el consumo de ambas clases de productos es perjudicial para la salud, si se lo hace en exceso.

En el caso de las bebidas alcohólicas como el vino, no faltará quien apunte que el Dr. René Favaloro, una eminencia de la medicina nacional y mundial, recomendaba consumirlo para la prevención de enfermedades cardiovasculares. Si bien eso es correcto, debemos recordar que él lo indicaba en dosis diarias aptas para la salud (un vaso de vino por día en la mujer y dos en el hombre). Cuando dicha dosis se supera, se genera un efecto opuesto que puede perjudicar gravemente nuestra salud, favoreciéndose el desarrollo de más de 200 potenciales enfermedades y lesiones. Además, el consumo excesivo de alcohol provoca que las personas sean más susceptibles y menos adherentes al tratamiento de enfermedades infecciosas como el VIH y la tuberculosis. Todo esto sin olvidar que es el principal factor de riesgo de muerte en adolescentes.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) en América Latina y el Caribe se consume un promedio de 9,1 litros de alcohol puro por persona por año. Esta cifra supera drásticamente a la de su informe anterior, que daba cuenta de un consumo de 8,4 litros.

Lo que es realmente preocupante en el informe de la OSM es que en Latinoamérica y el Caribe sólo un 10% de los bebedores ingiere, en promedio, más del 40% del total de alcohol consumido en la región.

El alcohol, además, aumenta la violencia, accidentes de tráfico y reduce la productividad de los trabajadores por “depresentismo” (personas que acuden a su puesto de trabajo sin ánimo ni fuerzas).

El caso de las bebidas azucaradas también es un verdadero problema. Se estima que se consumen 133 litros anuales en promedio por persona en Argentina, en donde el 66% de sus habitantes de entre tres y quince años lo hace al menos una vez al día. También se sabe que las ventas de este tipo de bebidas se incrementaron un 238% en las dos últimas décadas. Todo esto favorece la epidemia global de sobrepeso y obesidad en nuestro país, que ha alcanzado, de acuerdo a la última encuesta, más del 57% de la población, con una desgraciada prevalencia a nivel infantil.

Pero allí no termina el problema, ya que en las bebidas azucaradas no se utiliza azúcar por cuestiones económicas, sino Jarabe Alto en Fructosa (JAF), que se sabe que su mayor consumo en el ser humano proviene de este tipo de bebidas (Argentina se encuentra en el séptimo lugar en el consumo de esta sustancia a nivel mundial). Lo calamitoso de este producto es que la ciencia ha determinado que su consumo es altamente nocivo para la salud, ya que predispone grandemente a padecer Diabetes tipo 2 y a desarrollar las consecuentes Enfermedades Cardiovasculares.

Lo que debemos destacar es que el debate actual está girando en torno al consumo o no consumo, cuando en realidad el tema es la cantidad.