En esta segunda nota referida a Perón, Evita y su entorno, debemos recordar el 12 de junio de 1974 a la tarde, cuando el viejo conductor decía a modo de despedida "llevaré para siempre grabada en mis oídos la más maravillosa música que para mí es la palabra del pueblo argentino". Lo increíble es que de un modo ex profeso se ha obviado recordar que ese mismo día, a la mañana, por la Cadena Oficial de Radio y Televisión, en un imprevisto y sorpresivo mensaje, el presidente Perón expresaba enfáticamente su decisión de renunciar al mandato que le había otorgado el pueblo, si ese pueblo consideraba que él no era útil para cumplir con la misión de contribuir a salvar los destinos de la patria. También destacaba en el mensaje que "los funcionarios habían comenzado a mostrar sus uñas". Se refirió también a "las campañas de acción psicológica, a las trabas producidas desde adentro y desde afuera, siendo los propios peronistas en parte responsables de lo que sucede."
Denuncia que hay firmantes de la gran paritaria "que no quieren cumplir su compromiso; frente a estos irresponsables, sean empresarios o sindicalistas, creo que es mi deber -expresa-, pedirle al pueblo que los identifique claramente". Advierte del peligro de una contrarrevolución y previene que "en su propio gobierno se están produciendo enfrentamientos…ocasionados unas veces por bastardos intereses y otras por sectarismos incomprensibles".
En esta ambivalencia han concurrido osados discípulos que predicaron con una mano y comieron con la otra, incluso después de la muerte de ambos líderes. Carlos Menem al asumir la presidencia argentina en 1989 ponía en marcha el llamado "Consenso de Washington", documento que establecía las medidas contrarias a todo lo que había propuesto durante la campaña electoral en nombre de Perón y Evita. Luego confesaba: "si yo hubiese dicho lo que iba a hacer no me hubiesen votado".
La transversalidad propuesta por el Kirchnerismo es un absurdo increíble para la relación orgánica concebida metodológicamente en el marco de la estructura piramidal justicialista y que mostró su fragilidad en el "no positivo" del vicepresidente Cobos.
A Evita la han colmado de homenajes, de misas, de frases hechas, de tantas cosas formales que ella no quería en desmedro de lo que sí anhelaba con toda su alma, que su obra hubiese tenido perennidad. Tan sólo su nombre ha servido para que de él se sirvan encumbrados dirigentes. Perón y Evita gozaron de la indiferencia de sus dirigencias, pero como una paradoja su pueblo aún les llora.
