La convivencia en la informalidad pone en crisis al matrimonio en nuestro país, reflejo de la precarización familiar que impera en el mundo por razones sociales e ideológicas sustentadas en las libertades fundamentales. Sin obligaciones ni derechos contractuales, repercute a la hora de enfrentar las exigencias civiles y, si es un católico, se suman la veda que impone la Iglesia a quien ignora los sacramentos.

En principio parece paradójica la caída de matrimonio en un país que amplió la posibilidad de legalizar mayor cantidad de uniones civiles a partir de leyes que benefician a parejas de un mismo sexo, o a divorciados, además del crecimiento demográfico que deberían señalar lo contrario. La disminución es una tendencia con diferentes lecturas, desde el factor económico ante los costos de una celebración, hasta los nuevos enfoques de la liberación, más de la mujer, para no atarse a la formalidad. Es probar, y si la experiencia no es positiva, cada uno sigue su camino. Pero menos matrimonios no significan que haya menos parejas, sino que optaron por la convivencia.

El Gobierno porteño registró datos que muestran un descenso del 50% de la cantidad de parejas que se casaban hace dos décadas. Por ejemplo, en 2013 contrajeron matrimonio sólo 11.642 parejas, la cifra más baja en 30 años en la Capital Federal. El estudio promete en breve otro relevamiento para conocer el incremento de las uniones de hecho.

La Iglesia sigue de cerca esta coyuntura, como lo indica el papa Francisco en un giro con gestos que consideran la situación de las madres solteras y los divorciados. Es más, desea que se activen los fallos de los tribunales que consideran los problemas conyugales que plantean la disolución del casamiento religioso.

En las parroquias de San Juan se bautizan hijos de madres solteras y les permiten la comunión y la confirmación, pero se niega la bendición a uniones civiles de divorciados, porque el Vaticano lo prohibe, lo cual parece otra incongruencia: se bendicen comercios, bienes durables como automóviles, objetos por diversos motivos, menos el concubinato.

Bergoglio parece decidido a instalar este problema en su pontificado transformador. Hace dos domingos Francisco consagró los primeros matrimonios colectivos, veinte parejas entre las que hubo una formada por una madre soltera quien se casó con un joven con un matrimonio anulado por el Tribunal Canónico. El nuevo enfoque de la Iglesia sobre el tema no será de un día para otro, pero el Papa está abriendo el camino.