El paso del tiempo puede percibirse de modos muy distintos según la perspectiva desde la cual se mire o desde qué ámbito se analice. En la última década, asistimos a la expansión de un mundo globalizado, con un alto grado de tecnificación e interconexión permanente, y con una fuerte tendencia a la movilidad constante de personas, bienes y saberes. Esto dio lugar a fuertes transformaciones en todos los aspectos y ámbitos, tanto sociales como económicos y productivos. ¿Tenemos la capacidad de responder como sociedad ante cambios cada vez más acelerados? ¿Qué habilidades debemos acompañar y desarrollar para desenvolvernos en un mundo en el que sabemos que lo único permanente es el cambio?. Hoy el avance de las tecnologías es una realidad indiscutible. Hace diez años, ¿quién hubiera dicho que podríamos armar equipos de trabajo entre personas localizadas en cualquier parte del mundo? Los cambios sociales, laborales, de hábitos y costumbres también implicaron transitar un proceso de disrupción cultural. Ahora bien, cuando miramos a nuestros sistemas educativos, identificamos que la velocidad de estos cambios no es la misma. Las transformaciones necesarias son estructurales y muchas veces resistidas. Una explicación tiene relación directa con lo macro, con problemas contextuales que no afectan sólo a la educación Argentina, sino a la de todo el mundo. Según el informe del Banco Mundial sobre el desarrollo mundial en 2018 "Aprender para hacer realidad la promesa de la educación”, en los países en desarrollo, sólo la mitad de los niños de entre 3 y 6 años asiste a centros preescolares; mientras que en los países de ingresos más bajos, apenas 1 de cada 5 lo hacen. El Banco Mundial hace foco en estos números que alarman a todo el ecosistema educativo del mundo. En medio de este panorama, con aquellos jóvenes que sí tienen la posibilidad de asistir a la escuela, se plantea otra necesidad: entender que la esencia del aprendizaje tiene que ver con construir un vínculo afectivo y respetuoso donde además el rol de todos los actores intervinientes en el proceso cambió por completo. Dinamizar la mejora social necesariamente implica hackear un sistema educativo que ya no responde a las demandas vinculares, de inclusión y de aprendizajes; y trabajar sobre las falencias que arrastra desde hace varias décadas. Los que hacemos el proyecto de la Red Educativa Itínere, y desde hace 10 años la propuesta de Northfield School, decidimos enfrentar estos desafíos con un proyecto educativo innovador. Nuestros jóvenes necesitan desarrollar las habilidades necesarias para prosperar en un mundo cada vez más exigente, dinámico, especializado e incierto. Para tal fin, debemos nutrirlos de experiencias que los posicionen más como ciudadanos que como alumnos. En este contexto es fundamental respetar las diferencias individuales y estilos de aprendizaje. Las propuestas pedagógicas, por su parte, deben estar alineadas a los intereses, las necesidades y las demandas de las nuevas generaciones. ¿El horizonte? Formar ciudadanos en una escuela que los potencia, los entiende y les da las herramientas para ser actores de transformación social. Acelerar el cambio es responsabilidad de todos. Para que la educación acompañe los acelerados cambios tecnológicos, sociales y productivos, debemos diseñar propuestas educativas basadas en el trabajo en conjunto, entre escuelas -de gestión estatal y privada- y con otras organizaciones.
Por Darío Álvarez Klar
Fundador y director Integral de Red Itínere, red educativa nacida en Argentina, sustentada en la convicción de que la educación es un derecho y el motor de cambio y pertenencia social.
