La creación de símbolos es una de las diferencias entre el ser humano y el resto de la especie animal. Se trate de un sonido, una nube de polvo o una columna de humo, siempre intuiremos que algo está pasando sin necesidad de verlo con la cercanía de nuestros propios ojos. Donde hay humo hay fuego se dice en la primera clase de semiótica, la ciencia que estudia los símbolos, su significado, relación y uso. La semana pasada DIARIO DE CUYO publicó una crónica que es una de esas señales que denotan un fenómeno subterráneo que puede emerger y generalizarse. El jueves apareció otra más evidente. En el Mercado Concentrador de Rawson, una feria de productos agrícolas, un mayorista se mostró dispuesto a vender cigarrillos por cartón, cuando en los kioscos normales se están vendiendo como en épocas de bolsillos flacos de estudiante de secundaria, sueltos y de a dos. "Tengo tres cartones, no puedo permitir que se los lleve un solo cliente" dice un dueño a este periodista no fumador. Llega un interesado y comenta: "Mi esposa y mi suegra están como locas, encerradas y sin fumar. ¿Vieron que lo primero que te pide un preso son cigarrillos?, con algo hay que matar el tiempo". Rumbo a la calle Progreso en Villa Krause partió una caravana de adictos dispuestos a pagar lo que fuera para satisfacer su ansiedad, hubo marcas que se vendieron hasta a 550 pesos cuando un paquete de 20 valía apenas algo más de 100. "No me gusta organizar profanaciones pero en los santuarios del Gauchito Gil hay cigarros" informaba con cierta gracia un sticker por Whatsapp. "Cambio BMW usado, buen estado por un cartón de Marlboro" bromeaba otro. Este jueves nació una nueva especie de "arbolitos", los que ofrecen puchos sueltos a 50 pesos. Cuando la demanda supera a la oferta, el precio sube, no hay control que valga ni tarifa fija. El consumidor desesperado paga lo que sea, siempre habrá otro dispuesto a comprar si él no lo hace, la moneda, el billete, pierden su valor frente a un bien escaso que se necesita o desea. Si uno está en el desierto y sin agua, de nada vale tener los bolsillos llenos. Es por eso que la emisión monetaria no sirve si no es acompañada por una producción de bienes más o menos equivalente. Si uno quiere moler carne, necesita que el sinfín de la máquina se mueva para que absorba la carne de la tolva. Si el tornillo está quieto, por más carne que uno ponga no sacará carne molida. La carne serían los billetes y la máquina de moler el circuito productivo, la fábrica de bienes y la prestación de servicios. Los servicios son más dinámicos y pueden adaptarse rápido a un crecimiento de la demanda, pero los bienes físicos, como los cigarrillos, no pueden elaborarse de un día para el otro, necesitan un cosechador de tabaco, un trasladista, choferes de camiones, una fábrica de papel, una planta elaboradora del filtro, el circuito de producción, una empacadora y de vuelta otro transportista, un mayorista como el de Rawson y finalmente un kiosquero. Para colmo es sabido que la venta de cigarrillos nunca fue buen negocio, sólo un anzuelo para vender otros artículos más rentables. El cigarrillo es más que nada un recaudador de impuestos. Muchos pequeños negocios han dejado de vender y los que lo hacen lo interpretan como un servicio. Esto mismo puede pasar con otros bienes que no son de primera necesidad pero que satisfacen pequeños placeres, pequeñas recompensas a la dureza de la vida. El episodio de Rawson y el de los "arbolitos", valga la analogía, son el humo que nos advierte que puede haber alta inflación si quienes van a emitir no son cuidadosos y no siguen el ritmo de recuperación de la economía, que será lento los primeros meses de vuelta a las actividades y que recién el año que viene puede adquirir la velocidad que traíamos, que ya era bastante baja. Las fábricas de cigarrillos han estado paradas desde el 20 de marzo y, lógicamente, fumar no es una necesidad que justifique volver a abrirlas. Ya comenzó otro clásico, la aparición del contrabando y difícilmente el "faso" vuelva a tener el valor de antes de la crisis. Pero no sería nada si todo quedara ahí. Lo que se está viendo, ese desajuste entre la demanda alta y la oferta escasa y tendiendo a agotar existencias previas, es seguro que alcanzará a otros bienes mucho más imprescindibles que el tabaco. Es fácil darse cuenta de que los billetes que había en la calle antes del Covid-19, siguen estando, nadie los quemó, que lo que ha cambiado es la velocidad de circulación que se ha reducido casi a cero. Si esa velocidad no se modifica con la apertura de nuevas actividades, la alta inflación será el resultado obligado y lógico de agregar moneda. Una prueba elocuente es que seguimos teniendo alta inflación a pesar de estar casi todo parado. Una emisión generosa puede que sirva de botón de arranque del motor, botón que debería dejar de apretarse apenas el vehículo empiece a marchar. De ahí que algunos economistas serios sugieran alguna emisión sucedánea que pueda retirarse fácil y rápidamente de la calle. El retiro de moneda convertible, como la oficial, será complejo. Un Estado en default puede perder lo poco que queda del crédito voluntario, si emitiera bonos pocos querrían comprarlos por tentadora que fuera la tasa de interés. Ese razonamiento estaría siendo considerado para justificar el esfuerzo de pagar los 500 millones que vencen el 22 de Mayo. Nadie le presta a un quebrado, caer en default, es caer en quiebra. Los cigarrillos de Rawson y los "arbolitos" del centro fueron el humo, abajo hay fuego, hay que evitar que esas brasas se trasformen en incendio.