"Yo no soy un criminal", afirmó ante las cámaras de TV Richard Nixon, por entonces todavía Presidente de los Estados Unidos. Lo que dio a entender fue todo lo contrario, a las pocas horas había renunciado. ¿Qué había hecho? Enviar espías profesionales al Comité Central de Campaña del Partido Demócrata en el edificio Watergate. "Soy un preso político", declara a quien quiera escucharlo el ex Vicepresidente de Cristina Fernández, Amado Boudou, acusado y condenado por todas las instancias, 15 jueces distintos, doble conforme y hasta por la Suprema Corte de Justicia. Desde estos ejemplos contemporáneos y siguiendo a muchos otros como los vinculados al caso "Lavajato" de Brasil con Odebrecht, las valijas venezolanas de Antonini Wilson, los departamentos lujosos "donados" a Lula, el exilio para fugarse de Rafael Correa en Ecuador, el caso de los expresidentes de Perú, Pedro Pablo Kuczynski y Martín Vizcarra, entendemos a la corrupción como aquella que es practicada por quien lleva la chapa del Sheriff, el uniforme de comisario, la credencial del funcionario, la banda de Presidente o cualquier otro título desde el que se ejerce poder. Cuando se estafan entre privados el perjudicado puede llevar al otro a la justicia, pero cuando el estafador es el juez ya estamos en otro plano. Hemos tenido a Evo Morales, quien pretendió y casi logra hacer fraude escandaloso en las elecciones que él mismo debía controlar. No faltan quienes sugieren que es lo que se intentará en la Provincia de Buenos Aires con la asignación de competencia electoral al juez Ramos Padilla. Eso es corrupción o lo que entendemos por ella, usar la fuerza del Estado, su policía, sus autoridades, sus jueces, etc., para conseguir un beneficio propio violando la ley. En una vista más general: ¿Qué es la corrupción? ¿Fue corrupto Schindler al coimear dirigentes nazis para salvar cientos de judíos del holocausto? ¿Lo fue Jesús al autorizar la ruptura de la ley judía y permitir que sus seguidores cosecharan trigo en sábado cuando se prohibía el trabajo en el día sagrado del descanso de Dios? Oskar Schindler, aquel alemán rescatado por el cine de Spielberg, logró salvar a cientos de judíos con la excusa de mejorar la producción de su fábrica a bajo costo previa corrupción de algunos funcionarios.

Un caso es aquel que arrojó bolsos con dólares en una residencia de monjas.

Jesús dio una respuesta perfecta a la natural crítica de los fariseos que proclamaban la estricta restricción al trabajo en sábado: "El sábado está hecho para el hombre y no el hombre para el sábado". No, no hubo corrupción en ninguno de estos casos porque en ambos prevaleció la búsqueda del bien. Por el contrario, ¿cuál habrá sido la búsqueda del bien de quienes pidieron sobornos en la obra pública de Argentina o en las extracciones de sumas millonarias en efectivo por Milagro Sala o Hebe de Bonafini? ¿Qué bien público perseguían los empresarios y funcionarios de toda latinoamérica involucrados en el caso Odebrecht, constructora brasileña que ha reconocido pagar sumas millonarias como forma espúrea de ganar licitaciones? En el siglo pasado el sociólogo Émile Durkheim afirmó que cuando algo se hace común siendo contrario a la ley vigente, hay que admitirlo y regularlo. ¿Cinismo o admisión de la realidad? ¿No es acaso lo que hace la ley penal que da condenas cada vez menores para todo tipo de crímenes? "Si hay una emergencia yo te acompaño con la chequera", me dijo cierta vez un fiscal del Tribunal de Cuentas. "Lo que no se puede es dibujar emergencias o ampliación de obras para no convocar licitaciones" completó. Lázaro Báez, convicto de ser testaferro o socio de una de las más grandes estafas con la obra pública en nuestro país, llegó para sedimentar una frase que flotaba en el aire: Si vas a robar, robá mucho. Nada nuevo, ya lo explicaba de modo contundente el Cuchi Leguizamón, abogado además de gran músico, en su famosa "chacarera del expediente", es más peligroso robar una gallina que robarle millones al Estado. En San Juan se llegó a poner varios meses en la cárcel a un colectivero acusado de quedarse con unos centavos de la recaudación. Tan absurda era la cuestión que el hombre fue liberado por el principio de la bagatela, es decir, la pequeñez de la cosa. Sin embargo estuvo preso casi el mismo tiempo que gente acusada de quedarse con miles de nuestros millones como Cristóbal López. "Donde hay poca justicia es un peligro tener razón", dijo genialmente Quevedo. Esta semana, varios grupos de contratados de esos que van donde se les pague con los carteles que sea, se reunieron frente a Tribunales de Comodoro Py en CABA para pedir "una Navidad sin presos políticos". Ellos saben que son políticos presos, contra quienes se han acumulado toneladas de pruebas, testimonios y documentos. Intolerable es la osadía de afirmar que sus amigos partidarios puedan hacer cualquier cosa, hasta robar, que siempre será en nombre del pueblo que ellos suponen representar. La escena del lunes frente a Tribunales fue un acto más de corrupción institucional, la pretensión de dar licencia social al delito cometido durante el ejercicio de la función pública. Como hubiera dicho el uruguayo Eduardo Galeano, "no sólo practican el crimen sino que además lo recomiendan".