Esta semana llegó al límite de lo imaginable algo que ya venía siendo increíble y difícil de entender en el mundo financiero. El Bitcoin, una moneda virtual que carece por completo de respaldo físico, oro, plata, cobre, petróleo, reservas, alguna riqueza natural a explotar, algún activo tangible que se pueda ver y tocar, alcanzó su máxima cotización y ha pasado a ser la moneda más confiable y fuerte del mundo. No se conoce con precisión quién la emitió, no tiene control de ningún Banco Central ni está sujeta a decisión política de país alguno o bloque de países, como el dólar (USA) o el Euro (la Unión Europea). ¿Cuál es la virtud de este fenómeno? Que se ha emitido un valor de intercambio que no puede ser alterado como lo fueron en alguna ocasión los metales ni se puede aumentar su circulación como hacen los Bancos Centrales con el papel moneda a pedido de las necesidades de sus respectivos gobiernos. Dicho de otra manera, el circulante será siempre el mismo. Si había alguna discusión teórica sobre la razón por la cual se produce inflación o depreciación de monedas o disminución de poder de compra de ciertos valores, ha quedado demostrado, de hecho, que la única causa de estos males es el exceso de emisión. El Bitcoin ya cumple con dos de las funciones del dinero: reserva de valor (ahorro que no se depreciará) y medio de pago. Falta todavía que se popularice como instrumento de fijar precios relativos de los bienes a intercambiar, pero eso será sólo cuestión de tiempo. Es un cambio radical, distinto a todo lo que hemos estado acostumbrados y obligará a los gobiernos, a mediano plazo, a replantear sus esquemas monetarios. Con semejante evidencia ¿aceptarán los gobiernos y los pueblos alguna vez una disciplina monetaria estricta? Imposible de predecir, pero lo que desde este ejemplo se deja de discutir es la relación directa entre emisión apócrifa de billetes e inflación.

Se comenta poco que la inflación transmitida por el gobierno anterior fue mucho más alta que lo que indicaban los dibujos del Indec intervenido y del número que se terminó corrigiendo cuando todo se sinceró. Veamos. Los factores que son transversales a la economía estaban con precios reprimidos artificialmente, el gas, la energía, el agua, las naftas, el gas oil, el tipo de cambio y con él un valor ficticio de lo que es transversalmente universal, la moneda. La lenta corrección de las tarifas nos muestra un alto porcentaje de inflación reprimida, recordemos que todavía se está lejos de que los valores actuales compensen los costos de producción de estos bienes, algo que se espera lograr, con suerte, a fines del año que viene. Cristina dejó en realidad no el 40% sino el 40% más una olla a presión tapada y a punto de explotar con carencias de todo tipo equivalentes a una hiperinflación por falta de inversión y consecuente ausencia cada vez mayor de artículos para comprar.

La proximidad de las vacaciones y la posibilidad de viajar a países limítrofes permiten ver más claro las cosas. Por ejemplo, Uruguay, reintegra el IVA a los compradores extranjeros de manera automática. Allí, como en otros lugares, cuando una compra es registrada con una tarjeta de crédito de país ajeno, automáticamente se descuenta el impuesto que, cruzando el charco del Río de la Plata es del 18% y no del 21% como entre nosotros. Como ejemplo directo, es como si el dólar costara allí $14 en lugar que los $17,50 nuestros. Es sabido que el impuesto es para los habitantes de un país y no para los visitantes transitorios, pero entre nosotros opera una costumbre totalmente distinta, aquí ni siquiera suele devolverse el IVA a los exportadores o se les reintegra un año después.

 

Otros ejemplos

El sistema de fútbol pago por la TV ya tiene garantizada rentabilidad más que suficiente durante el período completo de los 5 años contratados por TNT y Fox. Y eso que pusieron 17 mil millones de pesos o el equivalente a 1.000 millones de dólares. Si se proyecta lo facturado hasta el momento, supuesto que nadie más adhiriera (nadie renuncia a la Tele, antes nos privamos de otras cosas), estarían haciendo una diferencia de 10.000 millones de pesos en el lapso de esos 5 años. ¿En qué habrán estado pensando los que decidieron que el Estado, a través de Fútbol para Todos, se hiciera cargo de las transmisiones de un deporte profesional que, como ahora se ve, el público podía pagar? ¿Con qué sentido se detrajeron fondos públicos para financiar un negocio privado? Un espectáculo que da grandes ganancias en todo el mundo ¿aquí tenía que dar pérdidas totales?

El “FIFA gate”, la corrupción extendida a la totalidad de los dirigentes de las distintas federaciones con la forma de pago de coimas para conceder derechos de TV o designar sedes futuras, podría tener la consecuencia de que el de Rusia fuera el primer mundial de fútbol que diera pérdidas. Para la edición de Brasil, al momento del sorteo, ya estaban perfeccionados el 85% de los contratos de patrocinio mientras que ahora, al viernes pasado, cuando se hizo la ceremonia, sólo lo estaba el 15%. El sello FIFA ha quedado como sinónimo de corrupción y pocos desean correr el riesgo de asociarse con él. Los marketineros están recomendando que, así como entre nosotros se “inventó” una “superliga” que en los hechos es lo mismo que veníamos teniendo, se cambie también la sigla que representa al fútbol mundial. Se habla de que la pérdida puede alcanzar entre 500 ó 600 millones de euros, más o menos lo mismo que antes se ganaba.