El sector de las pequeña y mediana empresa (pyme), es el más comprometido, a pesar de los informes oficiales sobre el crecimiento de la economía y la recuperación de los mercados.

Las presiones fiscales y laborales pusieron un cepo a esta dinámica actividad que soporta el mayor peso de la capacidad de empleo y es víctima de un desequilibrio competitivo regional, propio de las asimetrías regionales. Los costos fijos son los condicionantes de la producción agropecuaria, industrial y de servicios, a diferencias del valor agregado de las grandes empresas.

La incidencia del salario en pyme es del 70% en los costos fijos, en tanto ese rubro sólo es del 15% en la gran empresa y debe recordarse que las pymes generan el 65% del empleo privado declarado, y aportan el 55% del PBI industrial y el 82% del comercial.

Es decir, sin un giro político para sustentar al sector, se pone en riesgo la oferta de empleo y la calidad laboral y aumenta la concentración del ingreso en las grandes empresas, además de llevar al quebranto a centenares de firmas. La vulnerabilidad de la pyme no sólo es un problema argentino. España tiene un grave conflicto por la rigidez del mercado de trabajo, que aumentó los gastos y el déficit hasta la cesación de la cadena de pagos del sector.

Las demagógicas políticas laborales han dejado 4,3 millones de desocupados en ese país y para contrarrestar esa tremenda desocupación Rodríguez Zapatero anunció más asistencialismo: otros 15.000 millones de euros, a costo de aumentar los impuestos. El populismo socialista es la antítesis del desarrollo.