Una cruz de sal y el cuchillo clavado en ella es una forma tradicional que se tiene en el campo para ahuyentar las tormentas.


Aún hoy perviven variadas creencias de índole popular, en el universo cultural del hombre sanjuanino. Una explicación desde la perspectiva antropológica, que nos permite comprender esta cosmovisión, nos brinda el antropólogo norteamericano, Clifford Geertz, expresando que cuando el hombre llega a los límites de su capacidad analítica, o cuando se enfrenta al sufrimiento, busca amparo en la magia y la religión, es decir en el llamado sistema de creencias. También podemos adicionar, siempre con mirada antropológica, que las creencias funcionan como un arma defensiva frente a las eventualidades que el hombre no puede controlar. Es erróneo y peyorativo denominar a estas prácticas supersticiones o paganismo. Es en las sociedades menos complejas donde estas creencias tienen mayor vigencia y están sustentadas en conocimientos empíricos, trasmitidas verbalmente de generación en generación. Retomando el punto del hombre local, por ejemplo, el dedicado a las actividades agrícola, él se asiste de estas creencias para poder sobrellevar la dura tarea del laboreo de la tierra, llegando inclusive a modificarse su conducta social. Existen cantidad de creencias que están relacionadas con el clima o el tiempo, factor primordial que determina el éxito productivo de su finca o chacra. Las creencias sobre el clima se basan fundamentalmente sobre la larga experiencia que el chacarero, observador y sagaz, tiene sobre esta realidad. Existe una práctica muy común en nuestros departamentos rurales, en la cual se ponen de manifiesto elementos del credo católico, magizados o ritualizados, en torno a la figura de Santa Bárbara y también en San Isidro Labrador. Esto es cuando se aproxima una tormenta con posibilidad de un fuerte granizo. Ante este peligro se le "prende una vela blanca a Santa Bárbara y se le reza una oración'', pidiéndole que aleje la tormenta. Conjuntamente se suele hacer "una cruz de sal sobre el callejón de la finca clavando en el medio un cuchillo para que las nubes se partan''. También para ahuyentar las tempestades y que estas no perjudiquen las cosechas, se "hace llorar a un niño varón y se prende una vela bendita''. Cuentan los lugareños que así "la tormenta se calma por intermedio del Niño Jesús, simbolizado por el niño varón''. Paralelamente a estas prácticas, la luna con sus respectivas fases, es vaticinadora e indicadora de sucesos vinculados con el mundo agrícola. Existe la creencia, por ejemplo, que nuestro satélite cuando tiene "unos cuernitos'' señalando hacia el norte o está rodeado de un círculo de color, existe la posibilidad de que soplen vientos, haya cambios bruscos de temperaturas o tiemble. Asimismo, en luna menguante "se aconseja sembrar ajo o cebolla, ya que si se siembran en luna creciente el ajo se da vuelta y a las cebollas se le crían canutos''. Así también el mundo de los animales está regido por las fases lunares. Es creencia que se deben "cubrir las hembras en cuarto creciente para que nazcan machos y en menguante para que nazcan hembras''.

Por Edmundo Jorge Delgado
Profesor - Magister en Historia