El individualismo parece una patología de esta época. Eso puede ayudar a entender que la aparición de un papa argentino haya generado esperanza de unidad. Es como si de repente se advirtiera lo que está pasando, una crisis de individualidad.
Contrasta eso con la manifestación solidaria que provocaron las inundaciones de Capital Federal y La Plata; eso promueve un análisis, gente solidaria existe, hay reservas de altruismo, lo demuestra el pueblo argentino en esta como en otras situaciones extremas. Por qué entonces se ve en la juventud un marcado individualismo, pensemos en la escuela, se ve amistad en un grupo reducido.
Si tomamos el individualismo como patología de la época, se ve la necesidad de analizar qué está pasando en la sociedad, incluyendo la familia y la escuela, para que el joven no encuentre o no acepte en todo caso, valores que atraigan su natural inquietud. Otra pregunta, en esta situación el joven no quiere escuchar o no hay mensajes que convoquen con la credibilidad necesaria que se espera de la generación adulta. La pregunta es válida, el mensaje de sensibilidad por el otro del papa Francisco tuvo eco y despertó esperanza de acercamiento. Se cree que la religión católica se fortalecerá con el Papa argentino, no sólo en Argentina, el mensaje de austeridad parece haber llegado también fuera del catolicismo.
Eso crea un clima favorable para descubrir donde se genera el individualismo actual, porque un mensaje creíble provoca adhesión, entonces puede ser falta de mensajes creíbles.
Posibles respuestas. Falta de líderes no solo en lo político, puede influir si alguien a quien la juventud mira como líder, se ve que busca su propio interés. Puede pasar en la educación, si el maestro en quien los alumnos confían, llegada una situación difícil los defrauda pensando en su individualidad. En la familia, si el interés del padre no está en el bien del grupo. En esos casos se muestra un mundo en el que el individuo busca su interés y las formas sociales se debilitan.
El papa Francisco en la homilía del 14 de abril, en la basílica San Pablo extramuros, habló de ídolos en los que buscamos seguridad: ”son ídolos que, a menudo, tenemos bien escondidos. Pueden ser: la ambición, el carrerísmo, el gusto por el éxito, ponerse a sí mismo en el centro, la tendencia a prevalecer sobre los demás, la pretensión de ser los únicos patrones de nuestra vida, algún pecado al que estamos vinculados, y muchos otros”.
La situación se agrava cuando para que esa notoriedad deseada parezca real, se trata de impedir que aparezca otro, eso puede llegar a envilecer a quien tiene esos ídolos, en el intento de justificarse, tal vez engañándose a sí mismo.
Este análisis nos lleva al tema de la empatía, ponerse en el lugar del otro, el joven tiene frente a sí modelos de individualismo y falta de solidaridad, de modo que puede verse él junto a los demás percibiendo un mundo individualista. Percibe lo mismo que los otros desde su perspectiva juvenil, pero esa perspectiva tiene ilusiones que pueden verse frustradas al ver que mucho a su alrededor es interés material, que ese interés no se detiene ante los sectores marginados, por ejemplo un elevado porcentaje de la juventud no asiste a la escuela, una actitud utilitarista valora lo útil al individuo, los deseos individuales se cierran ante la solidaridad. Si no hay mensaje creíble que convoque, la juventud se sumerge en la trivialidad, se puede llegar al hastío con pasatiempos, y no encontrar qué hacer fuera de lo trivial. Las necesidades espirituales persisten, en nuestro tiempo hay reservas de sensibilidad ante esas necesidades.
(*) Profesor de la UNSJ.