La batalla presupuestaria entre el presidente de Estados Unidos y los legisladores republicanos que controlan la Cámara de Representantes, traspasa el marco político dejado una secuela social en cientos de miles de trabajadores afectados por la parálisis administrativa. Ayer se cumplieron 12 días, desde que las tensiones entre oficialismo y oposición pusieron a EEUU en riesgo de una histórica suspensión de pagos, a partir del jueves próximo, a menos que los diputados autoricen a ampliar el techo que impida el default.

A diferencia de lo que ocurre en otros países, incluyendo Argentina, el cierre de dependencias estatales implica el cese inmediato del pago de salarios, un impacto tanto para los desocupados como para la cadena de consumo, columna vertebral de la economía estadounidense. Precisamente Obama habló ayer para urgir un entendimiento a fin de evitar que la crisis alcance al resto de los norteamericanos en la época de las compras de las festividades de Navidad y de fin de año. Si bien las conversaciones de Obama con congresistas republicanos durante la semana pasada fueron vistas como una buena señal de progreso, parece que aún queda mucho por recorrer y varios detalles por afinar antes de que se logre un acuerdo. La oposición en la Cámara baja presiona para que el presidente haga concesiones en puntos clave del programa de gobierno, a lo que se resiste Obama.

Pero esta especie de chantaje no es un triunfo para los republicanos, ni mucho menos, porque han caído en las encuestas de opinión, que muestran que los estadounidenses culpan en gran parte a este partido de desatar la crisis, una dinámica política que ha fortalecido a Obama y por eso ha reiterado que no negociará el límite de deuda.