Una crisis viene a tapar otra y surge un miedo nuevo para tomar el lugar del anterior, llevando a la sociedad argentina a nuevos motivos de preocupación.

En el último cuarto de siglo hubo miedos bien definidos: a perder la recién recuperada democracia, a la inflación, a la hiperinflación, al desempleo, a los saqueos, a perder los ahorros, a la inseguridad, al dengue, al estallido social. Al miedo al contagio de la gripe A, se suma a que un 60% de la población se siente desamparado ante una crisis.

Una encuesta de IBOPE a más de 21.000 personas en 22 países, muestra que la Argentina está entre los seis países con menor nivel de confianza respecto de la capacidad gubernamental para gestionar una crisis, otorgándole 4 puntos sobre 10. Las cíclicas crisis económicas, sociales y de salud transformaron la vida de los argentinos y, lejos de la creencia de que somos resistentes a todo y que podemos enseñarle al mundo cómo sobrevivir, el cuerpo social muestra secuelas del abuso político. Según el sondeo, brasileños, canadienses e indios llevan bien la crisis con altos niveles de optimismo, no esperan hacer grandes recortes en sus gastos y no están afectados psicológicamente. En cambio, los argentinos, franceses, islandeses, japoneses y mexicanos son pesimistas frente al futuro, creen que deberán ajustarse con los gastos y se sienten psicológicamente afectados.

Se debe asumir que las crisis económicas se repiten y está en nuestras manos reclamar a las autoridades que cumplan con su papel y, en lo personal, prever recursos para atravesarlas sin perder grados de libertad.