Uno de los editores del diario Clarín, Julio Blanck, describió casi a la perfección la delicada situación de CFK, al titular: "Cristina Fernández de Kirchner quedó en libertad condicional". En esa nota Blanck asegura que la expresidenta se ubicó a tiro del macrismo y del peronismo con el que se peleó, que es el que domina el Senado, donde se definirá su hoja prontuarial. Miguel Ángel Pichetto, al igual que Mauricio Macri, tienen la llave de la libertad de la exmandataria y, por ende, la de su encierro. El misil que tiró el juez Claudio Bonadío en el centro de la política argentina evidenció algunos interesantes escenarios que bien vale la pena repasar, como por ejemplo, el miedo que despierta la exmandataria en el oficialismo y el PJ, pero, a su vez, lo limitada que ha quedado para seguir desplegando su rebeldía. El pobre papel del peronismo clásico, que sigue dejándose pisotear por "la señora" y la vergonzosa gambeta legal de los senadores a la prisión preventiva, un privilegio bastante injusto. 

Vamos por partes. "Es un problema de la política, que tiene que resolver la política", dijo el senador oficialista Federico Pinedo cuando le preguntaron respecto de si el Senado iba o no a tratar el desafuero de la exmandataria. "El desafuero corresponde sólo cuándo es cosa juzgada", dijo Pichetto. Como se ve los políticos, cualquiera sea su color, no pierden nunca la capacidad de acomodar las leyes para el lado que más los beneficia. En realidad, es mucho más simple de lo que se dice: un juez consideró que el ataque a la AMIA fue un acto de guerra, y que hubo personas que protegieron a los posibles responsables. Procesó a esos posibles culpables por Traición a la Patria, y consideró que algunos de ellos deberían estar encerradas porque podrían entorpecer la investigación. Presos hasta que llegue el juicio al menos. Punto. De esas personas, las que no tienen fueros, quedaron detenidas como el magistrado mandó. Cristina, no. La Suprema Corte de Justicia y el Senado, oficialismo y oposición, consideran que los senadores deben perder los fueros solamente cuando la sentencia queda firme, lo que en este país puede demorar hasta doce años o dos mandatos de un senador. Es decir, puede haber un senador, como Carlos Menem por ejemplo, condenado por uno de los delitos más graves de la humanidad como es el tráfico ilegal de armas, y seguir cobrando el sueldo que todos le pagamos. Al expresidente la Cámara Electoral le quitó el privilegio de ser candidato y después la Corte se lo devolvió, argumentando esto de la "cosa juzgada". Podemos decir que en la República Argentina los senadores tienen la suerte de no estar alcanzados por la prisión preventiva cuando ni siquiera los presidentes tienen ese privilegio. Los que defienden esa posición aseguran que nada ni nadie puede interferir en el voto popular, que es una especie de bien sagrado que debe estar por encima de los vericuetos de la política. Y que, de eliminar los fueros, la Justicia podría tomar de rehén a los políticos y mandarlos detener cuando no les guste lo que dicen, llevando las cosas a un extremo insólito, por supuesto. Probablemente haya que revisar el mecanismo de la prisión preventiva, como el de los fueros, porque hubo y habrá excesos, es verdad. Hoy hablamos de una decisión judicial a la que la política le encontró el freno. Estas herramientas permiten estos desajustes, de un lado y del otro. Esta legislación le da a Bonadío la capacidad de hacer lo que hace y, lamentablemente, a la Corte y los políticos, de defender a la exmandataria como lo están haciendo. Ahora dicen que la van a revisar. No van a revisar los fueros, van a revisar la prisión preventiva. Sólo porque los afectó, no porque se hayan dado cuenta que hay y hubo ciudadanos comunes que han sufrido y sufren el drama de una legislación que deja mucho inconcluso.


Por ahora Cristina zafó de ir presa, pero quedó muy limitada. La amenaza el peronismo que está vivo y la apoya el peronismo que se muere. Y, del otro lado, el macrismo, que ve subir su imagen cada vez que la Justicia complica a la exmandataria. Igual, se nota, Cambiemos se asustó cuando vio explotar el misil de Bonadío. No supieron reaccionar rápido. Le temen a la popularidad de Cristina en épocas como las que vivimos. No por la cantidad que sigue a la exmandataria, sino por la calidad de quienes están detrás de cada uno de sus pasos. Ninguno es confiable. Es una detonación cuya onda expansiva se vuelve difícil de calcular.


Lo otro, y último, el peronismo anárquico y obsecuente que blindó a la exmandataria. José Luis Gioja sigue siendo carne de cañón de su antigua enemiga porque no le queda otro resguardo político. Volvió a hacer su juego separado de Sergio Uñac en la distribución de los bloques de la Cámara de Diputados y presionó a la endeble Daniela Castro a traicionar al oficialismo sanjuanino y a no cumplir con lo prometido en la campaña. Es el viejo juego del viejo zorro, que los otros hagan lo que él no puede hacer. Castro cayó en la jugada. Un sector del uñaquismo, parece que inocentemente, tiene esperanzas de que la diputada nacional revea su decisión, aunque la mayoría la da por perdida. Lo peor de todo es que no da explicaciones, no aparece, no da la cara. No da sus razones. 


Volviendo a Bonadío y sus decisiones, parece que todo el macrismo la va a defender. Y, obviamente el peronismo, es una lástima, pero será bueno acordarse de esto más adelante.