La fiesta de Cristo Rey fue instituida por el papa Pío XI en 1925. El pueblo mexicano había iniciado ya la devoción en 1914.


El Cardenal salesiano de origen polaco August Hlond, gobernó la Iglesia de su país antes y después de la segunda guerra mundial. Frente a un escenario dominado por los nazis, totalmente adverso e imprevisible, resonaron sus palabras. Afirmó que si la victoria venía al mundo llegaría de la mano de María, poniendo a Cristo en el centro de su mensaje.

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El mérito de la Virgen es haber elegido cumplir la voluntad de Dios. Se podría haber negado. Pero al decir Sí, todo cambió. Carente de dones a los ojos de gran parte de la humanidad, se transformó en la puerta por la que nuestro Salvador entró en la historia. Reconocer el misterio de su concepción sin mancha es aceptar la divinidad de su Hijo, único motor eficaz que puede llevar la humanidad a buen puerto.

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¿Quién es el peor enemigo del hombre? Joseph Ratzinger en su libro Jesús de Nazaret, se refería al Maligno, con mayúsculas. Un parásito muy fuerte que tiene el poder de intoxicarnos a todos. De aspecto muy seductor se encarga de inspirar a multitudes que se amontonan para seguirlo. No es de carne ni de sangre. Ef.6.

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Ratzinger afirmaba que la prueba más clara de su presencia en el mundo es la destrucción de la familia. Ejércitos de personas esclavizadas por la trata, la droga, las armas y el éxito efímero. Desde hace 120 años superan ampliamente en número las personas abatidas por las guerras, a las cifras de las que mueren o desaparecen en desastres naturales. Lo bueno es que al fin y al cabo el parásito no tiene vida propia.
¿Qué ciencia tiene a cargo estos fenómenos donde lo humano se mezcla con él misterio? La teología y la catequesis nos deberían inspirar para poner al Sagrado Corazón de Jesús en el centro de nuestros intereses. No son saberes románticos o puramente teóricos.

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Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza. Ap.12. El Bien definió sus límites. Fijó su morada. En una Virgen poderosa y las letanías la proclaman reina de los ángeles. A la Madre se suman aquellos que reconocen en su Hijo la presencia del verdadero Dios y verdadero Hombre, que se nos da en la eucaristía.

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Jesús tomó nuestra desgastada figura y se hizo semejante a nosotros, menos en el pecado, para que pudiéramos conocerlo como un ser personal que está a nuestro lado y camina con los que sufren. El poder del Padre es abrumador pero su amor solo se entiende en su mirada hacia el Hijo que se entrega por todos. No maneja el mundo desde un control remoto. Envió un rey sin privilegios que nació en un pesebre.


Cuando nos consagramos a María nos fortalecemos como personas, como familias, no solo para pedir milagros instantáneos, fundamentalmente para mirar el modelo que es fiel a la voluntad de Dios, verdadera fuente y sentido de nuestra felicidad.