El Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha considerado por 15 votos a favor y 2 en contra que la presencia del crucifijo en las aulas de las escuelas públicas italianas está de acuerdo con la Convención Europea de los Derechos del Hombre. El caso se inició en 2002, cuando una mujer de origen finlandés que vive en Italia, presentó una demanda ante los jueces de Estrasburgo al considerar que la escuela pública donde estudiaban sus dos hijos, de 11 y 13 años, violaba sus derechos como madre, al imponer a sus hijos una determinada presencia religiosa.

En noviembre pasado la Corte de Estrasburgo dictaminó contra la escuela en cuestión por no considerar la libertad de los padres y alumnos en este tema, motivo por el cual, el Gobierno italiano apeló. Esta sentencia pone ahora freno a la tendencia laicista del Tribunal de Estrasburgo y constituye un cambio de paradigma. Altera radicalmente sin medias tintas una decisión adoptada precedentemente por unanimidad, que ahora se presenta como un "error" histórico de ese mismo Tribunal.

La Corte declara que el hecho de que la reglamentación italiana asigne a la religión mayoritaria del país una visibilidad preponderante en el ambiente escolar, no es suficiente para caer en el adoctrinamiento por parte de Italia y para establecer una falta de respeto de las prescripciones de la Convención Europea. En otras palabras, el Tribunal establece que por lo que se refiere al lugar preponderante de una religión en la historia de un país, el que se le asigne un espacio más amplio que a las demás religiones en los programas escolares no es en sí un acto de adoctrinamiento.

Dado que Italia es un país de tradición cristiana, el símbolo cristiano puede tener legítimamente una presencia visible específica en la sociedad. El laicismo dominante en las sociedades de hoy manipula el pluralismo religioso contra la identidad cristiana de Europa, como se observa en la agenda escolar publicada por la Comisión Europea. Esta agenda, de la que se han distribuido varios millones de ejemplares, ha omitido voluntariamente las fiestas cristianas para promover oficialmente un mejor conocimiento de otras religiones y creencias, particularmente el islamismo. La sentencia es una victoria para Europa, ya que ha dado la oportunidad de mostrar de nuevo que las raíces cristianas de la gran Europa alimentan la identidad profunda y la cohesión social del continente europeo.