Un sanjuanino, Daniel Martinazzo, nominado para el premio Príncipe de Asturias, junto a otros grandes de nivel mundial como Pelé, Carl Lewis y "Magic" Johnson.

 

Se están cumpliendo más de cuatro décadas de la democracia española y 40 años de la jura de su Constitución de 1978. Con ese motivo son numerosos los especiales de televisión, gráfico y digital que se llevan a cabo en aquel país. Y al abordar el año 1992, se lo recuerda como uno de los años más felices, porque coincidieron la realización de los Juegos Olímpicos de Barcelona, la Expo Universal de Sevilla y la capitalidad Cultural Europea de Madrid. En ese marco, un sanjuanino, Daniel Martinazzo, dos veces campeón mundial de hockey sobre patines con Argentina, brillaba como candidato al premio internacional que ha conseguido un prestigio universal: el "Príncipe de Asturias" de los Deportes. Y en la lista de los nominados aparecía junto al ya célebre ciclista Miguel Indurain, hasta entonces dos veces ganador del Tour de Francia y una del Giro de Italia, y a los gloriosos Pelé, "Magic" Johnson y Carl Lewis, entre otros. En una nota exclusiva que envié a DIARIO DE CUYO desde Madrid, en septiembre de ese 1992, informaba, además, que Daniel, con 35 años de edad, había decidido poner punto final a su carrera deportiva, y al mismo tiempo, su estancia europea de doce años. Allí conserva su áurea de ídolo. Sería poco después, en 1993, cuando volvería definitivamente a su tierra. Al cerrar su ciclo profesional era el "máximo goleador", "mejor jugador", "jugador más correcto" y "mejor jugador extranjero". Con todos esos honores y su trascendencia desde España al mundo, recibió la nominación al premio "Príncipe de Asturias" de los Deportes 1992, y otra larga lista de títulos, premios y reconocimientos.

Este galardón está destinado a distinguir a aquella persona, grupo de personas o institución de cualquier país del mundo "que haya conseguido nuevas metas en la lucha del hombre por superarse a sí mismo, y contribuido con su esfuerzo a trascender las fronteras nacionales, al perfeccionamiento, cultivo y promoción de los deportes".

"He terminado una etapa de mi vida y ahora comienzo otra distinta", decía Daniel a los medios de comunicación españoles en una despedida que le hizo la prensa en Madrid y de la que participé como periodista, entonces, de la agencia Europa Press R. En ese momento dijo que su mayor satisfacción era haberse sentido "respetado y admirado".

Daniel había salido con 24 años de San Juan. Ahora, al despedirse de Europa, le llovían ofertas. El Viejo Continente no lo había mareado, por eso allí siguió pensando en San Juan. En aquellos últimos tiempos de Daniel en Europa, varias veces oí que le preguntaban: "¿Qué podemos hacer para que te quedes?", mientras de Italia le llegaban cartas: "Si pasa por nosotros, no hay nada más que hablar, te vienes aquí…". Tiempo antes, yo lo había entrevistado para la revista "El Gráfico", y ya reconocía que lo que era a nivel humano lo había logrado "en San Juan junto a los míos". "El retorno y ese ambiente familiar que me espera es lo que me mueve a volver a mi casa, a mi ciudad, a mi tierra". Y volvió en 1993. Y lo hizo: "profundamente feliz. He cumplido todos mis objetivos en Europa". Diez campeonatos nacionales en España y dos en Italia, además de torneos anuales de carácter regional e intereuropeo, constituían lo más brillante de esos objetivos suyos. El "Príncipe de Asturias" 1992 lo ganó Induráin (luego, cinco veces ganador del Tour de Francia), pero a Daniel, como seguramente a Pelé, Lewis y Johnson, en aquel momento le quedó la satisfacción de haber sido comparado en la nominación, con un grupo de estrellas máximas del deporte mundial, y con ello, el sanjuanino ratificaba sus sobradas virtudes de un brillante deportista y un ser humano excepcional.

 

 

Por Luis Eduardo Meglioli
Periodista. Escribió para la revista "El Gráfico" desde Madrid