Estalactitas licuadas en el aire fresco, llantos de los amantes, néctar de melancolías caen desde el cielo. La ciudad se ha detenido a mirar esa aventura infrecuente en San Juan. Desde una ventana observo cómo los árboles esconden sus gorriones y sus hojas tiritan casi eróticas al influjo de la gota que las toca. Una viejecita con un pañuelo floreado en la cabeza, que puede ser mi madre, pasa afirmando sus 80 y tantos en el bastoncito que le regaló un nieto. Un perro enroscado sobre sí tirita mojado en la taza de un plátano. Bajo un puente de sombras y miedo un gato me enfoca sus hermosos faroles de asombro. La Peatonal sufre el abandono de sus caminantes. Hacia el oeste, cae la tarde empapada de amor: un enorme labio carmesí la besa hasta el origen. Recuerdo entonces la figura extraordinaria de Arsenio Aguirre ("Guitarra trasnochada'', "La dejé partir'' y tantos éxitos), cuando en su zamba "Desde mi noche'', recluido en una pensión de un lugar seco, porque lo destroza el asma, proclama su gran metáfora, cuando le caen los rayos de la luna: "Parece un puñal de plata el rayo de luna que acaba de entrar, que arrinconando las sombras se ofrece en defensa de mi soledad''.

"Cae la lluvia sobre mi ciudad. Bendición y tiritones la alzan en brazos de mayo...''

El gran espectáculo me asalta con la figura de una tarde que se consume en su tristeza; entonces también me viene a cuento la excelsa imagen de Atahualpa Yupanqui: "un degüello de soles muestra la tarde''.


Cae la lluvia sobre San Juan. Mi ventana me protege los sentimientos encontrados, cuando sucede la magia de la lluvia. Una chica apresura el paso y la tarde se triza cuando pisa los charcos con su gracia. Más lejos, en los arrabales de mi ciudad, un rancho ajeno a la "civilización'' del cemento y el confort, se empapa y llora por los cuatro costados. Acostumbrada a estas miserias, a su gente sólo le cabe la piedad del plástico negro que sirve de cubierta y portal y pedirle a los hijos que se cubran con la mantita que quedó del abuelo, porque después será muy difícil que en el hospital puedan darle una solución rápida a una neumonía.


Cae la lluvia sobre mi ciudad. Bendición y tiritones la alzan en brazos de mayo. En las calles donde aún no entra la bendición del pavimento, un barro espeso y brutal hace más difícil la pobreza. En las casas bajas, el agua inunda pisos embaldosados y de tierra y asume el rostro de una maldición.


Cae la lluvia sobre San Juan. Una paloma muerta desperdiga su silencio sobre hojas de cobre. A lo lejos, la bocina del cachivachero desafía la desdicha del frío y trata de vender dignidad en un barrio que parece deshabitado o exánime.


Desde una ventana imaginaria de esta provincia que eligieron mis antepasados para vivir y amar la familia y el paisaje, miro pasar la vida a través del agua in frecuente y el orgullo de ser alguien en un desierto que ha plantado su espíritu entre piedras y vientos de fuego y sobrevive, sobrevive e impone honor.