"... un agradecimiento a Mario Ávila, por haber cantado y difundido con tanta generosidad nuestra obra; después, de aquellas visitas cordiales a mi casa...".


Me han preguntado si escribiré algo para Cacho Castaña. Sí, lo haré, pero ahora van estas líneas para mi amigo Mario Ávila, que también se fue. 


Eran aquellos tiempos más dulces, creo yo. Más sencilla la vida. Más sensiblero Jáchal porque no podía quedar al margen del comienzo de algo grande en el folklore de la región, la nueva etapa de lo cuyano que seguiría a Luna y a Montbrum. Y ahí estabas vos, Mario, cantando a lo grande y por acá nosotros diseñando y entonando zambas que fervorosamente quisimos que fueran diferentes, que fueran cuyanas, sanjuaninas, otra cosa, y creo que de algún modo digno lo logramos, contra la avalancha del folklore norteño y litoraleño. 


Recuerdo que te gustaba nuestra obra y que la cantaste muchas veces y en varios lugares del país. Gran orgullo para nosotros. Y que culminaste grabando un hermoso disco con tu hermano Vicente, que incluyó varias canciones nuestras y otros temas de nuestro repertorio. Lo interpretamos como un homenaje sincero y generoso a una identificación musical y personal, ¿qué más hermoso que eso?


Y ahora esta noticia que cae como sacudón en el alma, repentina, feroz, insuperable. Cuando me llama tu amigo Zevallos, compinche de noches, peñas y desvelos jachalleros y me la tira como cachetazo inocente, me acordé de tantas cosas: la primera, que te debíamos en lo más recóndito del pecho un agradecimiento por haber cantado y difundido con tanta generosidad nuestra obra; después, de aquellas visitas cordiales a mi casa, desde tu Carlos Paz donde te radicaste con tu familia; tu personalidad y tus ilusiones al tope de tu mochila de sueños y el recuerdo de aquella vez cuando le pusiste tu segunda voz a la mía en otro registro musical que le acoplaste desde un Estudio de Córdoba; seguramente un gusto cariñoso que te diste, a la par que el atesoramiento de un recuerdo de nuestra amistad en la música y en la vida.


Mucho es lo que deja un cantor. La música no se enreda jamás en el entuerto de la muerte; sólo es vida en eternidad y de la mejor; caricia en soledades, amor en torrentes. Gracias, Mario, por entregarte a ese misterio que es hilar en ensueños esas gotas de lluvia celestial que son las siete notas musicales.

Por el Dr. Raúl de la Torre
Abogado, escritor, compositor, intérprete.