Juan Francisco Cubillos, el célebre mendocino, devenido a “bandolero social”, fue un personaje que, con otros pares, se lo enmarcó en el espectro de los llamados “gauchos milagrosos”, debido a que su figura fue sublimada a la condición de ánima milagrosa, luego de su trágica muerte en un enfrentamiento con las autoridades locales. De este hombre se han escrito variados artículos y narraciones históricas que nos dan una idea de su vida y correrías. Sin embargo resulta atractivo indagar en los diarios y crónicas contemporáneos a su existencia para enterarnos de otros tipos de datos y referencias, que nos aproximan aún más acerca del perfil físico y psicológico de este famoso “Robin Wood criollo”. En una de las numerosas ocasiones en que Cubillos fue detenido por la policía, esto es a fines de 1894, la gente deseosa de verlo, se apersonó en a la Comisaría de las Heras. Estos ocasionales testigos que vieron al gaucho, individuo por quien sentían admiración y hasta cierto afecto, dejaron algunos testimonios que fueron registrados por periodistas de aquella época. Conforme a los presentes Cubillos se encontraba totalmente engrillado y custodiado, especialmente por un centinela, pues los guardias le temían a sus probadas argucias. El bandolero se hallaba vestido con una harapienta vestimenta, su camisa aún tenía rastros de sangre, producto de la lucha con la policía. Respecto a su porte físico indicaron que era un hombre robusto y fornido, de regular estatura, aparentemente su figura no inspiraba recelo, no obstante observándolo detalladamente poseía ciertos rasgos que indicaban su fuerte personalidad. Por ejemplo tenía una mirada amenazadora, irradiada de unos ojos negros que centellaban de ira, acaso por encontrarse en esos momentos detenido. Mirándolo íntegramente se percibía su cuerpo cubierto de cicatrices y heridas, fruto de las variadas reyertas con las autoridades. Como muestra de lo dicho su frente estaba marcada por un largo corte vertical, lo mismo se advertía en una de sus orejas y muñeca. En cuanto a su condición subjetiva se expresó que era un individuo sumamente perspicaz, capaz de mostrarse inocente de todos los atropellos de que era acusado, exponiendo esta maña con cierto grado de cinismo. Acerca de las armas por él utilizadas, portaba un revolver de grueso calibre, junto a un facón y unas boleadoras con las que intentó ultimar al comisario, encargado del piquete que finalmente lo detuvo.

 

Por el Prof. Edmundo Jorge Delgado
Magister en Historia