El cuidado de la biodiversidad del planeta es responsabilidad de todos los pueblos. Se debe trabajar con ahínco para revertir la calamidad que se vive en estos tiempos.


La naturaleza es una herencia gratuita que hemos recibido sin hacer nada previamente. Es un don de Dios, en el sentido estricto. Pero un don que reclama responsabilidad y cuidado. América Latina es el continente que posee una de las mayores biodiversidades del planeta.


Baste pensar en la Amazonia, área que ocupa 7,01 millones de km2 y corresponde al 5% de la superficie de la tierra. Un bioma del que forman parte 9 países de América Latina, el 60 % del total pertenece a Brasil. Además posee el 20% de la disponibilidad mundial de agua dulce no congelada.


Además, abriga el 34% de las reservas mundiales de bosques y una gigantesca reserva de minerales. Su diversidad biológica de ecosistemas es la más rica del planeta. Por poner un dato: en el Amazonas se encuentra cerca del 30% de todas las especies de la fauna y la flora del mundo. 

  • Cuida el ecosistema

Ya el Papa Benedicto XVI ha alertado a cuidar el ecosistema y el agua. "Antes que sea demasiado tarde'' prevenía con proféticas palabras en los primeros días de septiembre. El Amazonas peligra por su deforestación constante. Y esto fue objeto de una profunda reflexión de Francisco que hemos de seguir leyendo, "Querida Amazonia''.


En el mundo académico y no académico se escuchan muchas voces advirtiendo que las generaciones venideras tienen pleno derecho a recibir un mundo potable, habitable, sano y no un planeta con aire contaminado y aguas igualmente contaminadas. Las intervenciones sobre los recursos naturales no pueden significar un predominio de intereses económicos, en perjuicio de pueblos enteros y el futuro de un país. Felizmente, en algunas escuelas se ha comenzado a introducir una disciplina que educa en la responsabilidad ecológica.

  • Explotación irracional

El documento de los obispos de América latina y el Caribe, llamado documento de Aparecida (2007) expresa: "La riqueza natural de América latina y el Caribe experimentan hoy una explotación irracional que va dejando una estela de dilapidación, e incluso de muerte, por toda nuestra región'' (Nº 473).


En las cuestiones climáticas, ya no hay diferencias entre quién está cerca o lejos. Las inundaciones golpearon a Nueva Orleans hace unos años, pero luego a Bangkok o a los litorales argentinos. El aumento de las temperaturas será global y no local. El crecimiento de los mares afectará tanto a Bangladesh como a la Vendée.


Pero esto ha de reforzar los vínculos entre todos. La encíclica "Fratellitutti'' (2020) de Francisco es un grito elocuente que clama fraternidad real y concreta sin frontera alguna. El lazo de la solidaridad se desdibuja fácilmente, pues el egoísmo lo combate y desata. La conciencia de pertenencia a una humanidad común está amenazada por la limitación de nuestros horizontes. Nadie se salva solo en esta barca común.

  • Responsabilidad política

Más que a nadie, le toca el turno al poder político, que ha de luchar por el bien común. Hemos de empeñar esfuerzos en la promulgación de políticas públicas y participaciones ciudadanas que garanticen la protección, conservación y restauración de la naturaleza. Y también buscar un modelo de desarrollo alternativo, integral y solidario, basado en una ética que incluya la responsabilidad social de la empresa y la preocupación por una auténtica ecología natural y humana.


En una evolución que ha de darse, impulsada por debates intelectuales y experiencias de campo, los habitantes podemos volvernos progresivamente "ciudadanos'' de la Tierra que grita cuidado. Y cuidando nuestro único hábitat, cuidamos al desvalido, al pobre que vive de la tierra y trabaja en ella. Como siempre decimos, grito de la Tierra, grito del pobre.

Por Pbro. Dr. José Juan García