Encontrándonos en el ocaso de la primera década del Siglo XXI, caracterizado por un vertiginoso desarrollo científico, nos sorprende que las sociedades exterioricen o tengan conductas consideradas como anacrónicas. Un caso puntual de esta aseveración es la vigencia de la llamada etnomedicina o medicina popular, considerada por los antropólogos como una práctica o conocimiento médico pre-científico. Una de las vertientes de estas destrezas es el relacionado con la herbolaria medicinal, basada en el conocimiento de las propiedades terapéuticas de los yuyos, los cuales han sido y son utilizados desde remotas épocas. En nuestro medio el más importante exponente que ha utilizado este tipo de terapia ha sido la recientemente fallecida "Doña Felipa" o "la médica de la alfalfa", como popularmente se la llamaba. Esta longeva mujer sobrepasó los límites geográficos de la provincia y del país, y llegó a ser un caso emblemático dentro del universo de las prácticas médicas no convencionales. Su sabiduría y sus curas corrieron como reguero de pólvora y a diferencia de otros casos su habilidad perduró a través del tiempo.

Diversas generaciones de sanjuaninos y de personas de todos los confines pertenecientes a todos los estratos sociales, edades y profesiones, concurrieron a su lejana casa allá en Tudcum, para encontrar remedio a sus dolencias -de cualquier índole- a través de su típico método de observar la orina o "las aguas" a través del sol.

Era usual observar, cuando despuntaba el alba, cantidad de pacientes que afanosamente hacían antesala, sin importar el tiempo que tenían que esperar con tal que los atendiera. El tratamiento era simple y ancestral: consumir pacientemente algún te o bebida obtenido con alguna variedad de yuyo, preferentemente cordillerano o de su propio alfalfal y esperar la anhelada cura.

Doña Felipa, amada y querida por todos ha dejado cantidad de testimonios de la eficacia de su sistema médico, respaldado por su sabiduría infinita la cual seguramente poseía un sólido vínculo con su distintiva visión del mundo, logrando excelentes resultados en cuanto al diagnóstico y cura. Y cuando la dolencia era complicada o grave, con su llana franqueza lo manifestaba sin titubeo alguno, pero así y todo el paciente se iba conforme y resignado pues algún alivio les daba. También han quedado reales pruebas de aquellos bromistas o pícaros que fueron a verla, fingiendo alguna dolencia sólo por mofarse o probar no sé qué, pero inmediatamente ella descubría la simulación, y se los manifestaba abiertamente. Seguramente que con todos estos dones doña Felipa ha pasado a formar parte del conjunto de personajes legendarios de San Juan.