Desde siempre la belleza ha tomado auténtico cuerpo por sí misma, y se ha manifestado como un periodo de ánimo asombroso, como una manera de avanzar por la vida, mediante un motivado temple armónico del cielo con la tierra, de lo visible con lo invisible, de la luz con las sombras.

Lo mismo ha sucedido con aquellos que cultivan la ciencia y la tecnología, marcados justamente por un verdadero desvelo y por un amor sincero a la verdad, ellos igualmente han contribuido a tranquilizarnos en esa aproximación a la mística gnosis del ser humano a través de la estética del intelecto.

Unos y otros, en definitiva, nos han esperanzado, sin grandes discursos ni protagonismos, con una labor persistente y callada. Lo fundamental de todo esto, es la gran enseñanza que nos queda, de que todos somos necesarios y de que no hace falta ensombrecer a nadie para sentirnos significativos.

Naturalmente, tenemos que custodiar lo vivido y esperanzarnos en aquello que aún nos queda por vivir. Una sociedad que divide sin piedad alguna, que no se vincula entre sus moradores, más pronto que tarde, dejará de existir. Ese desamparo que vivimos cuando se nos separa y se nos excluye de una tierra, de un pueblo o una ciudad, de una familia, aparte de dejarnos sin horizonte, además nos deja decaídos hasta morirnos en el dolor.

Hoy el mundo requiere de verídicos humanistas. Nos sobran encantadores de verbos y nos faltan gentes de verbo claro y cierto. En otros periodos históricos, San Alberto Magno y Santa Teresa Benedicta de la Cruz, buscaron la certeza por todos los rincones del orbe.

También otros intelectuales, pusieron sus capacidades al servicio de sus análogos, testimoniando de este modo que la cognición y la voluntad están encadenadas y que se complementan. 

En este sentido, nos llena de gozo que António Guterres haya iniciado su mandato al frente de la ONU, reivindicando un mundo en armonía. No es un sueño, ha de ser nuestra esperanza más viva. Como bien dijo "la paz depende de nosotros", únicamente demanda el compromiso de querer vivir en el diálogo, en la deferencia hacia todo ser vivo.

Para desgracia de todos, son muchas las personas atrapadas en conflictos, donde todos perdemos, no hay triunfantes, si personas arruinadas de por vida, muertas, sin ilusión alguna por superar las diferencias y alcanzar la concordia.

La Madre Teresa de Calcuta, siempre en terreno de misión, solía decir que "la paz comienza con una sonrisa"; sin duda, con un cambio de actitud. Con el tiempo, yo también he aprendido, que el signo más evidente de que habita la poesía en mí, es haber hallado esa paz interior, tan libre como genuina, a través de la observación, de mirar y ver, o simplemente de dejarme cautivar por el silencio.