El repaso de la historia nos muestra un resultado dramático: Cada vez que el gobierno cambia de signo político se pierden dos años. Contando desde el inicio de la democracia, Alfonsín tuvo como primer ministro de economía a alguien que desconocía la dinámica básica de la psicología social de un país inestable como el nuestro. Bernardo Grynzpun impuso el mecanismo de la "cláusula gatillo" que dispararía correcciones salariales inmediatamente apenas hubiera crecido la inflación. Al poco tiempo los precios habían subido a tal punto que fue necesaria una frenada brusca con el Plan Austral, cambio de moneda y desagio de compromisos de pago mediante, para empezar de cero. En una casa de fin de semana de Pinamar y en sábado y domingo febriles porque el dato había trascendido a un medio gráfico que lo anticipó el viernes, se perfeccionó un conjunto de medidas de estabilización económica y restablecimiento de precios relativos.

Nació el Austral con el que convivimos hasta la nueva quita de ceros que operaría años después ya en la Presidencia de Carlos Menem. El mandato de la UCR había comenzado el 10 de diciembre del "83 y el gobierno real empezó a pocos meses de la temida elección de medio término, el 13 de junio del "85. Habían pasado casi dos años. Menem supuso, al igual que lo hizo Macri, el automático apoyo de los empresarios cuando designó Ministro de Economía al CEO de Bunge y Born, la mayor exportadora cerealera del país. Miguel Roig terminó suicidándose al constatar la reticencia de sus colegas a arriesgar con la única garantía de su modesto plan.

Fue sucedido por Néstor Rapanelli, luego Herman González y finalmente fue Domingo Cavallo el que volvió a frenar el desborde inflacionario con otro cambio de moneda para volver al peso convertible en abril del "91. También, casi dos años después de la asunción del riojano. La Alianza que encaramó a de la Rúa en el "99 descarriló en 2001 con la renuncia del Presidente iniciando el milenio con asaltos a los supermercados, miles de cortes de ruta y otras yerbas amargas. La era Kirchner se inició con el ministro de economía Roberto Lavagna quien terminó de arreglar el gran fardo de la deuda 30 meses después de que la Argentina declarara el default de todos sus bonos y recién ahí podría afirmarse que comenzó a administrar Néstor con cierta libertad. Dos años y medio.

El pase de Néstor a su esposa en 2007 tuvo también su impacto en 2009 con la recordada resolución 125 de autoría de Martín Lousteau, que imponía severas retenciones (impuesto) a los exportadores de granos pero, no obstante la zozobra que llegó a poner en duda la continuidad de Cristina por la rebeldía de lo que se llamó "el campo" lockout y cortes de ruta en todo el país etc., el gobierno se recompuso y pudo ir maniobrando con el resultado conocido hasta 2015. Cristina logró remontar el golpe que significó la tremenda derrota electoral de 2009 cuando fueron candidatos nada menos que el ex Presidente, el Ministro Jefe de Gabinete Sergio Massa y el propio gobernador de Buenos Aires Daniel Scioli en la mayor representación teatral a cielo abierto que se denominó las "candidaturas testimoniales".

El ganador fue, el ignoto y hoy desaparecido en acción Francisco De Narváez. La transición no sólo fue dentro del mismo partido sino hasta dentro del mismo matrimonio pero igual hubo dos años de zozobra que interrumpieron el crecimiento en medio de una crisis mundial. Llegamos a Macri. Tal como pasó a Menem en el "89, el actual Presidente pensó que con ganarle al candidato de Cristina era suficiente para convencer a los inversores locales y externos.

Los meses y la dura economía de recesión del primer año le mostraron lo que siempre se supo: la víscera más sensible del cuerpo humano es el bolsillo. La opinión pública fue girando lentamente hacia su norte y se registraron los primeros y pequeños brotes de crecimiento antes de su reciente y categórico triunfo en las legislativas.

Presto a mantener la iniciativa, este lunes anunció el que será realmente su primer intento de imponer medidas correctivas o lo que podría llamarse un "paquete" o plan integral para restablecer condiciones de crecimiento, bajar la pobreza y la inflación. También pasaron dos años.

Los hechos parecen demostrar que el argentino medio está tan acostumbrado a que las cosas no perduren, que su grado de confianza en el efecto de ciertas decisiones debe ser alimentado permanentemente con resultados tanto económicos como electorales. Cada gestión que asume como nueva, debe ratificar el rumbo dos años más tarde para que la gente le crea. Esa ratificación debe ser contundente en las urnas, porque todavía se sigue sosteniendo la idea de un fuerte presidencialismo que omite acuerdos de largo plazo como los que se dan en países en los que nadie sueña con mayorías y solo con primeras minorías que requieren negociaciones permanentes. Es lo mismo que decir que nuestra democracia sigue en pañales. Finalmente podríamos hacer esta síntesis: grandes planes como el Austral o la Convertibilidad de Alfonsín o Menem, el "salgamos como podamos" de Duhalde que, según sus propias palabras, tardó un año en encontrar su gabinete, el caso a caso sin dirección fija de Néstor, la "ideología antes que nada" de Cristina y ahora vuelta a un plan o paquete de medidas de Macri que, por ahora, no tiene nombre. El hilo conductor del collar de todos estos años ha sido no ver las curvas ni los obstáculos, tener que morder la banquina para volver a la ruta o, en más de un caso, estrellarse contra un muro, dejar varios muertos en el camino para recién enderezar el volante. Tenemos mucho que aprender.