Los mercados internacionales volvieron a estremecerse cuando el opulento emirato árabe de Dubai anunció su incapacidad para honrar sus obligaciones financieras y pidiera una moratoria para la deuda del holding Dubai World.

Los problemas de uno de los siete Emiratos Arabes Unidos, centro del auge inmobiliario, han minado la confianza de los inversores occidentales que acudieron al Golfo Pérsico en busca de ayuda durante la crisis financiera. La incógnita que surge es si el virtual default de Dubai es el fin de la burbuja inmobiliaria que estalló hace dos años en Florida (EEUU), o el comienzo de un nuevo ciclo perverso de la crisis. El pánico se agravó cuando el ministro de Economía ruso, Alexis Kudrin, declaró que, ante la fuerte entrada de capitales financieros especulativos, su gobierno pensaba poner restricciones a dichos flujos. La respuesta fue la peor caída del rublo de las últimas cinco semanas.

Se hace necesario ponderar adecuadamente los fenómenos bajo análisis. Respecto al holding de Dubai, cuyos principales activos son los grandes proyectos inmobiliarios, no cabe duda que la crisis y la consecuente caída del turismo lo ha afectado. Sólo podría pensarse en un impacto grave a nivel mundial si un eventual default del holding tuviera la posibilidad de arrastrar la deuda soberana de Dubai. En cuanto a Rusia, la reacción es aún menos comprensible. Es absolutamente ortodoxo que, ante flujos de capitales golondrinas, se proteja el valor de la moneda mediante restricciones a su ingreso. Parece claro que la reacción frente a lo sucedido peca de excesiva. En el problema de Dubai se trata, al menos por ahora, de un pedido de espera para un vencimiento de capital de un holding y, por lo tanto, no es una deuda soberana. En el caso de Rusia, la reacción sólo puede entenderse como una suerte de resonancia respecto de la mora del emirato. Los fundamentos alentadores actualmente de la macroeconomía mundial no pueden ser afectados de un día para otro y menos por acontecimientos puntuales.

La reacción ha sido desmedida y, sin duda, es fruto de los altos grados de incertidumbre aún existentes en los mercados. Esto no quiere decir que no continúen en el corto plazo volatilidades negativas y que, en el caso de que una evolución negativa de la situación provocara el default de la deuda soberana de Dubai, la situación macro mundial pudiera complicarse. Pero, al menos por ahora, no parece que esto pudiera ocurrir.