Alberto Castillo, famoso cantor de tangos.


Esta reseña incluye a muchos cultores del tango, pero a no a todos, y es la recopilación de sitios de tango, revistas, y del "chamuyo" directo de algunos amigos, como los hermanos Sohar y Guido González, quienes tuvieron la suerte de vivir en Buenos Aires, como así el ex gobernador Edgardo Gómez, quién me acercó noticias de esos años y anécdotas de Aníbal Troilo, sobre todo. Ya muerto Gardel, la década del 40 fue una de las más ricas que se recuerde. Orquestas, poetas y cantores, brotaban como agua de manantial y nos dejaron imborrables registros. 


CANTORES Y ORQUESTAS

No se puede desligar al cantor de tangos de su orquesta. Carlos Gardel junto a Corsini, Magaldi, Libertad Lamarque y otros, formaron parte de los clásicos cantores de tango entre el 20 y 30. Y en los 40 aparecen profusamente las orquestas. Se dan asociaciones muy singulares, entre cantor y orquesta. Una verdadera simbiosis, por ejemplo Aníbal Troilo y Francisco Fiorentino, Ángel D"agostino y Ángel Vargas, Ricardo Tanturi y Alberto Castillo. No se los puede separar. En algunos casos el cantor tomó una estatura superior a la orquesta. Tal es así que cuando Vargas se va de D"agostino, esta orquesta perdió predicamento. Igual paso entre Castillo y Tanturi. Pero no ocurrió lo mismo entre Alfredo De Angelis y sus cantores, pues el ritmo orquestal de sus músicos tenía una fuerza avasalladora, y en ese esquema el cantor era un instrumento más.


LOS BAILES

El papel de las orquestas por sobre el cantor fue superior, cuando se popularizaron los bailes, de carnaval o por los clubes. El cantor solo entonaba una parte de la letra, para permitir el lucimiento de la orquesta y fomentar así que la gente salga a bailar. Me contaban que cada orquesta, y su cantor, tenían hinchada propia y los admiradores se volcaban masivamente en las legendarias pistas, como San Lorenzo o Comunicaciones, para ver los Di Sarli, D"Arienzo, Pugliese o Troilo.


 ANÍBAL TROILO

La simbiosis entre cantor y orquesta, fue reflotada notablemente por Troilo. Este le marcaba al cantante como tenía que cantar. En un reportaje, le oí decir a Roberto Goyeneche, que el "Gordo" les enseñaba. Era "su" orquesta y cuando veía que su cantor quería o tenía condiciones para tomar vuelo propio, se lo decía. Que hiciera su propio grupo. Le pasó con Fiorentino y Alberto Marino, quienes se ajustaban a la orquesta pero luego, generosamente, les ofreció la puerta de salida. Edmundo Rivero fue otro caso. Más tarde Floreal Ruiz y Goyeneche siguieron caminos similares. Troilo les dio una gran formación como cantantes y eso les permitió triunfar como solistas. ¡Cómo no quererlo! 


LOS DISCOS

Otro aspecto interesante de la época fue la profusión de discos, y se considera que la gente compraba para escuchar los cantores. Por sobre la orquesta. El sanjuanino Alberto Podestá era buscado para ser escuchado. Lo mismo Alberto Castillo, quien se cansó de vender discos, junto a otro cantor de la época, claro que de otro género, como Antonio Tormo.


EL CINE

En el caso de Castillo, así como Hugo del Carril o Tita Merello, y antes Gardel, fue trascendente para sus carreras participar del cine y sus películas adquirieron un gran predicamento. Castillo se convirtió en un verdadero actor. Lo mismo del Carril, quien además fue director de cine. Tita Merello como actriz también fue extraordinaria. 


Un caso paradigmático fue el de Alberto Morán, cantor de Osvaldo Pugliese, quien tenía un gran seguimiento por parte de las mujeres. Moran brillaba en los escenarios, por su voz, pero más por su histrionismo.


Remata esta nota Castillo, por todos. "Yo soy parte de mi pueblo y le debo lo que soy. Hablo con su mismo verbo y canto con su misma voz".



Anécdotas tangueras

Los artistas que le dieron brillo al tango en una época dorada desprendieron delante de ellos momentos que se transformaron en anécdotas históricas para los amantes de la música ciudadana, como los siguientes:

* Seducción. Cuando Alberto Morán cantaba, por ejemplo "Pasional", la ligazón con las mujeres era total. Las chicas no bailaban, se agrupaban para verlo de cerca. La orquesta pasaba a segundo término y los bailarines se quedaban a la orilla de la pista masticando bronca.

* Fanáticos propios. Alberto Castillo tenía su propia hinchada. Sabía detenerse en la puerta de los clubes y cantaba un par de temas para los que no podían entrar. Eso ocurrió en la Esquina Colorada, cuando cantó en la pista "La estrella". Esa anécdota la recordó Rodolfo Crubellier. "Se subió al banquito de un lustrador y desde allí los hizo cantar a todos. "¡0pa-opa!", arengaba. Imborrable".

* Definición. "Ese muchacho Troilo, para mí que lo hicieron en mi casa, como el pan que la vieja siempre dio. Le sobra tanto amor, que rompe los bolsillos", canta prieto de emoción el "Polaco", la inspiración de Homero Espósito.

Por Orlando Navarro
Periodista
Ilustración: Rodolfo Crubellier