Muy pocas provincias cumplirán este año con el artículo 1° de la ley 25.684, que fija un ciclo lectivo anual mínimo de 180 días efectivos de clase, en los establecimientos de Educación Inicial, Educación General Básica y Educación Polimodal, o sus respectivos equivalentes. El artículo 2º de esa norma, precisa que en las citadas jurisdicciones se deberán compensar los días de clase perdidos, hasta completar el mínimo establecido.
Entre paros, Gripe A y otros acontecimientos, la realidad es que no se cumple con la ley ni tampoco se muestra preocupación y acción de parte de las autoridades del Ministerio de Educación -incluso en nuestra provincia-, para remediar este déficit. En los discursos se promete calidad, equidad y justicia educativa, pero la realidad es totalmente diferente. No es sólo un problema de horas sino también de contenidos que revelan un marcado deterioro del aprendizaje. El último Operativo Nacional de Evaluación, del Ministerio de Educación de la Nación, confirma esta verdad.
Además, ninguno de los países relevados en el informe PISA cayó tanto entre 2000 y 2006 como la Argentina, en la calidad de educación de alumnos de 15 años. La vieja escuela pública, orgullo de generaciones, desde Domingo Faustino Sarmiento, ha quedado seriamente dañada. Desprestigiada por la desidia y la irresponsabilidad populista, gradualmente ha sido abandonada por gran parte de los hijos de las familias que pueden afrontar el gasto que demanda la educación de gestión privada. Muchas familias humildes realizan enormes sacrificios para poder sufragar ese gasto. De este modo, la tradicional alianza de clases sociales, que comenzaba en el pasado a trabarse entre los niños de los más diversos orígenes desde los primeros años de enseñanza, ha ido desapareciendo a medida que se debilitó la escuela pública, que supo ser clave para esa integración social.
Al desprestigio de la escuela pública contribuye en gran medida la disminución creciente de las horas de actividad en las aulas, muchas veces debida a paros docentes por variados reclamos, que se han constituido en el clásico y siniestro preludio del comienzo de cada período escolar.
