Basta observar en estos días agobiantes la hojarasca acumulada en numerosas veredas y en paseos céntricos de San Juan, para tener una primera impresión sobre la decrepitud del arbolado público, castigado ahora por el impiadoso Sol sanjuanino. El desprendimiento prematuro del follaje amarillento adelanta un paisaje otoñal atípico en esta época del año, revelando el deterioro de la preciada sombra veraniega.

Son numerosos los factores que atentan contra la integridad de los árboles en las calles y las plazas del ejido capitalino y de diferentes zonas urbanizadas del Gran San Juan. La cobertura del riego es el primer déficit del arbolado público debido a un sistema de acequias pensado en transportar agua y no atender los requerimientos de los ejemplares, ya que para una mera absorción del líquido elemento se deben colocar compuertas en cada esquina, a modo de embalses para que el nivel pueda llegar a troncos y raíces. Las plazas tienen similares faltantes de riego, lo mismo que el Parque de Mayo, no obstante el generoso reservorio del lugar.

Se espera para este año tener el estudio del proyecto para instalar el sistema de riego por goteo en nuestra ciudad, una medida acertada que debería ser acompaña por una política de conservación integral de la arboleda pública, que contemple todos los aspectos de la sanidad vegetal, el estricto cumplimiento reglamentario de la ley respectiva y, en particular los controles para impedir los ataques de las cuadrillas de mantenimiento del cableado aéreo y de los depredadores frentistas en épocas de poda.

La protección de este patrimonio público que debe recuperarse y ampliarse, debería incluir la prohibición de la publicidad callejera mediante pasacalles y carteles sujetos con alambre y cuerdas a los árboles, además de desaconsejarlos los especializados en temas de seguridad vial, por la contaminación visual que generan. Todo ello en un programa de mantenimiento y renovación donde se priorice la implantación de especies apropiadas para soportar mejor las contingencias meteorológicas, cada vez más severas en esta zona desértica.

Precisamente, las dificultades geográficas y climáticas reclaman una política de Estado para el arbolado, de manera de coordinar las acciones de la provincia, municipios y empresas de servicios vinculadas al problema, a fin de que los programas de conservación y reforestación se lleven a cabo, desde los viveros hasta el último trabajo de infraestructura.