Los bosques naturales que permanecen sin alteraciones, regulan el clima global, albergan una gran riqueza biológica, abastecen dos terceras partes del agua que consumimos y es el hogar de millones de personas que dependen directamente de ellos para subsistir. La cobertura vegetal del planeta almacena unos 300.000 millones de toneladas de bióxido de carbono, lo que equivale a casi 40 veces las emisiones anuales de este gas, producidas por la quema de combustibles fósiles. Por eso, cuando un bosque es destruido, el carbono almacenado se libera a la atmósfera por la descomposición o la combustión de residuos vegetales.

La deforestación contribuye a potenciar el cambio climático, con aumento de la temperatura y la alteración de los patrones e intensidad de las lluvias, afectando seriamente a la vegetación en climas templados. Los últimos estudios indican que entre el 60 y el 70% de los bosques y de la vegetación de matorral xerófilo, sufrirían un gran impacto y hasta podrían desaparecer. Por ello la importancia de las legislaciones de diferentes países para proteger al bosque nativo ya que la deforestación y el cambio climático están estrechamente vinculados.

En Argentina se sancionó en 2007 la Ley de Bosques con el fin de frenar el devastador avance de la frontera agrícola, incentivado por los precios de la soja. La norma ordena que para la implementación del Fondo Nacional de Enriquecimiento de Bosques Nativos se debe destinar el 0,3% del Presupuesto nacional, más el 2% de lo recaudado en concepto de retenciones a las exportaciones de productos agrícolas y forestales. Pero, ante la ausencia de una política de Estado, en 2010 casi el 50% de estos recursos fueron destinados a la cuenta de Fútbol para Todos. Y, para el año que viene, la desfinanciación de la ley se incluye en el presupuesto, con sólo el 5% de lo estipulado, o 23 veces menos, lo que hace incumplibles sus objetivos.

El contexto oficial señala el escaso compromiso asumido por el país contra el cambio climático, no obstante los anuncios consustanciados con la Cumbre climática de París, en diciembre venidero. Hay un doble discurso, porque mientras se achica drásticamente el presupuesto forestal, por el otro lado Argentina está en proceso de solicitar una ayuda de 70 millones de dólares al Banco Mundial, precisamente para proteger nuestros bosques.