Las desinteligencias puntuales que dominan el panorama político, con problemas cuya solución desgasta al sistema republicano, impiden mirar al futuro con planificaciones estructurales apuntando a un desarrollo que se aleja perdiendo oportunidades y, lo peor, frustrando los proyectos de las nuevas generaciones. Este estancamiento en medio de la crispación social por cuestiones que desbordan los cauces del entendimiento, la templanza y la concordia, plantea también interrogantes sobre la vulnerabilidad del Estado de derecho.
¿Cuándo una democracia se torna intemperante? Cuando no puede contener los diferentes sectores, ni liderar la ejecución de planes, o los programas no son lo suficientemente claros y concluyentes, de manera que el sistema de gobierno se satura de problemas menores o enfrentamientos innecesarios obstruyendo la gobernabilidad.
Nuestro sistema democrático estaría ordenado de manera tal que sujeto a controles de gobierno no se produzcan excesos de populismos demagógicos. Observando la realidad social de la Argentina, en sus conductores existen buenas intenciones para no restringir los discursos opositores. El objetivo estaría en sortear la intemperancia al punto tal de que todo nuestro entorno califique globalmente en una mesura de orden.
Si lo igualitario hace crecer a la humanidad en sus alcances, y la justicia asegura una igualdad equitativa estaríamos frente a un camino correcto en las políticas sociales asegurando además la tranquilidad necesaria para crecer. La democracia no se agota en un régimen respaldado por el voto y menos aún en propuestas de logros sociales, sino por el contrario implica un enriquecedor intercambio de ofertas de alternativas que defiendan no sólo un gobierno de turno sino también su proyección de futuro.
Alertar por sobre la seguridad, salud y educación, priorizándose plataformas económicas de adquisición, producción e industrias, únicas como criterios de selección, puede dar por resultado respuestas a corto plazo de políticas de recuperación únicamente en grado de consumos.
Pero es de vital importancia fundamentar en planes o programas sustentables en torno a plantear una reconstrucción del tejido social cimentado en valores y principios sin riesgos de trabajo que no tiene costo político alguno. Parece ser la mejor meta a seguir.
