Anochece. El perfil de las sierras, acongoja el corazón de la muchacha.
¡Santos cielos! Exclama a las estrellas...
¡Estoy perdida después de tanta marcha!
¡Siento frío! ¿Qué hago con mi niño?
¡No llores, mi tesoro
y duérmete mientras te abrigo!
Se sienta en una piedra,
escudriña el cielo
la constelación que le señale
un rumbo milagroso;
las lágrimas cayendo
en el cuerpito de su hijo
que se nutre vigoroso.
Arden sus pies escaldados de cansancio,
y mientras amamanta al pequeñuelo,
renace la esperanza de una aguada
cruzando una quebrada
donde florecen las pencas cual señuelo.
¡Voy tras de ti, Baudillo, mi esposo muy querido!,
prisionero de tropas invasoras.
¡Voy tras de ti con nuestro hijo,
para que juntos vivamos cada aurora!
Imágenes de infancia.
Con su padre, el día de su boda.
El nacimiento del niño.
Ella curando heridos
en la batala cruel de Angaco
y sentirse útil y no sola.
Prisionera del coronel Sardina.
Fascinado por su rostro perfecto,
impregnado de tristeza y valor,
queriendo conquistarla a pesar del efecto
negativo y rotundo de su voz interior.
¡Pobre Deolinda! La que supo de guerras,
la que sufrió la ausencia de sus madre,
la que vio cruzar la muerte alrededor,
la que no duda en seguir una estela
para encontrarse con su amor.
¡El cielo es un círculo de fuego, terrible abrazador!
Baudillo, estoy perdida ¿Qué hago
con el hijo dulce fruto de nuestro inmenso amor?
Cae como Jesús, una vez, dos, tres veces...
Sin fuerzas con el último aliento
a Dios se ofrece por la vida
de aquel niño inocente
succiona la dulzura de su madre
reclamada y abrazada por la muerte.
Cuando la encuentran...¡el niño aún vivo desgarraba
con llanto la flama del desierto!
En el pecho la medalla de su padre,
héroe de Chacabuco,
y en el rostro, la paz de lo perpetuo.
¡y Deolinda es el símbolo
del amor inmaculado, la madre,
que se ofrece por el hijo...
y... deolinda es la bandera de la esposa
fiel al sacramento del amor
que Dios bendijo.