El tremendo apagón informático y telefónico que paralizó prácticamente a todas las actividades económicas y administrativas de San Juan, el lunes último, por la rotura accidental de un ramal de fibra óptica, deja como reflexión la gran vulnerabilidad de los sistemas electrónicos que dominan la vida diaria y la absoluta dependencia de prestaciones que se centralizan en Mendoza y llegan a nuestra provincia por derivación.

Las responsabilidades por esta imprevista incomunicación que interrumpió la telefonía móvil, Internet y como consecuencia la caída de los sistemas interconectados de oficinas públicas, comercios, industrias, bancos, servicios empresarios, el estacionamiento ordenado, Policía con el 911 apagado, y medios informativos, son variados. Desde el operador de la retroexcavadora que cortó los cables al realizar movimientos de suelos a un costado de la ruta 40, pasando por quienes debieron señalizar la existencia del tendido de esas líneas subterránea a tan sólo 60 centímetros de profundidad, hasta quienes están obligados a mantener operativos los servicios ante situaciones de emergencia como la experimentada ese día. En el caso de los cortes de la fibra óptica, no es la primera vez que sucede y por igual impericia de tractoristas.

La caótica situación vivida, que pudo también afectar la salud porque las redes que intercomunican a farmacias, sanatorios y obras sociales quedaron inoperables, obliga a las autoridades a exigir a las compañías telefónicas a disponer de canales alternativos -microondas por ejemplo-, a fin de mantener un mínimo de comunicación de emergencia y centralizar en nuestra provincia sistemas de cabecera, independientes de Mendoza.