Es muy común escuchar hablar de una generación de niños, adolescentes y jóvenes apáticos en las aulas, sin motivación, sin ganas de aprender. Se los etiqueta de "vagos", "irresponsables", se les diagnostica algún trastorno de aprendizaje, y hasta se los médica para que puedan asistir a clases. Este siempre será el camino más fácil.

Llegará el día en que las escuelas, en vez de kioscos tendrán farmacias donde los padres adquirirán los fármacos con los cuales sus hijos serán "normales" por un rato, para poder transitar las "horas del saber en el palacio del aprendizaje".

Pero... ¿y si esto tuviera otra mirada? Pocas veces el sistema educativo actual se mira a sí mismo para preguntarse: ¿y si tuviéramos algo que ver con este estado de cosas en nuestros alumnos? ¿Y si mi forma obsoleta de dar clases no despierta el más mínimo interés en ellos, excepto en unos pocos? ¿y si en realidad el niño que no se queda sentado todo el tiempo, en el mismo lugar y sólo habla y molesta no es hiperactivo si no un mero aburrido en el aula? ¿Y si fuera mi apatía y mal estar con la docencia, que a esta altura es una carga más que un oficio, que los predispone a ser apático? ¿Y si es mi negación o vagancia por buscar nuevos métodos de enseñanza, que superen el tedioso y rutinario encierro áulico lo que los tiene desganados? ¿Cómo enamorarlos de la enseñanza, si hace años que no acualizo los contenidos y la forma de darlos? ¿Y si sus actitudes fueran sólo un reflejo de lo que ven en mi como docente? ¿Qué pasaría?

¿Qué pasaría si me transformara en un maestro o docente que decidió "dar sed a los que no quieren beber" de la fuentes de mis enseñanzas? ¿Y si empezara a motivar a mis alumnos con un aprendizaje significativo para sus vidas, es decir, lo que enseñó se traduzca en practicidad para la vida y no que el alumno termine siempre preguntándose: "¿y esto para qué me sirve"? Quien sabe, por allí ocurre un milagro y de repente el amor por aprender florece en el aula y nos damos cuenta los docentes que estábamos rodeados de verdaderos genios, que sólo estaban profundamente dormidos.

Y si no se despiertan, quizá y sólo quizá, sea nuestra forma de ejercer la docencia lo que les mece la cuna.

Prof. en Ciencias de la Educación. Prof. en Educación Religiosa (*)