En este mes de septiembre se realizó la "IV jornada de la Filosofía de la Cultura” en la Universidad Nacional del Comahue, con la conferencia final a cargo del francés Dr. Stépahane Douailler, que presentó la idea de "El devenir de una idea anarquista: el museo antiguerra Ernest Friedrich”, entre otros destacados exponentes. Allí, mostró imágenes del libro "Guerra a la guerra”, con fotos monstruosas de los conflictos bélicos que marcaron a Europa.

Esas imágenes interpelantes se mostraron en el mismo salón azul de la Biblioteca universitaria, cuando el 30 de octubre de 2000, el prestigioso filósofo español Miguel Morey, disertó "Sobre el pensamiento trágico” en Nietzsche, a cien años de su muerte. Se recuerda que cuando empezó a hablar, se desató una tormenta patagónica de truenos y centellas, acompañadas de un gran aguacero, que pintaron el firmamento de un tono casi apocalíptico en aquellas inhóspitas tierras del fin del mundo. Y, obligado a interrumpir la conferencia, preguntó al público: ¿Algo tan grave habré dicho?

Oportunamente, la situación nietzscheana consistió en la misión "tan atormentada como incesante de buscar un platonismo para el uso del pueblo”. Ello, quiere decir, que no hubo gravedad alguna, sino palabras fuertes y destellantes, cuando Nietzsche buscó una mejor comprensión de la historia del hombre, junto a la religión y a la moral de su época. La pregunta ya no es: ¿Qué es esto? Sino, ¿cómo funciona esto? Recuperar el impulso vital ante el rigorismo. "Si nos preguntáramos, ¿Adónde apunta esto? La respuesta es la de una ruptura que valga para todos los hombres de la historia”, aseguró la doctora en Filosofía, de la Universidad de Barcelona, María Susana Paponi. La pregunta por el Ser (que se preguntaron los filósofos), es la que rechaza Nietzsche, porque conduce a todos los dogmatismos o absolutismos. Va en contra de defender verdades para eliminar al otro. Para el filosofo alemán ya no importa la verdad cuanto el sentido del pensar. Apunta a la acción práctica de ser distinto y mejor, o de una obsesión por reinventarse, la de ser mejor.

El dar un mensaje o el sentirse dueño de la verdad, es ser anti Nietzsche. El pensamiento nietzscheano busca romper con la moral de su época, y para ello le da un impulso primordial al vitalismo o a la "voluntad humana de poder” (con sus limitaciones). Para redondear, a estas ideas las vemos en el ejemplo concreto de un individuo con hambre. Por lo tanto, lo que se espera es que tenga un obrar sublime, de acuerdo a esa situación padecida. Se pregunta Argento en su obra literaria "La primera piedra”: ¿si estaría en una situación extrema de calle, no me convertiría en delincuente para sobrevivir? En Nietzsche, lo moral, es cuando se responde adecuadamente a la situación que se plantea. Lo definiría como vivir la moral en lo que tiene que sentir, pensar y hacer, pero "responsablemente” para no sacar un pseudo-vivir, sino un ser auténtico frente a lo inauténtico. Ello implica no hacer al "hombre domesticado, por lo tanto amoral”, agregó Paponi en el libro Ese Nietzsche.

Paponi dice, siguiendo a Nietzsche en El Nacimiento de la Tragedia, que "en la cultura occidental se busca nivelar a todos por iguales, y para lograrlo se vale del periodismo con la escuela”. Pero gobernarse, es ser lo que uno es, ser en los medios, en la cultura, "uno mismo". Es estar activo, un "superhombre", al igual que en Así habló Zaratustra: ¿Dios existe? -Si ya se, son ustedes, los que lo han matado. ¿Como pensaría Nietzsche actualmente el drama de la inseguridad? Si hablamos siempre de la inseguridad, algo pasa ¿Al servicio de qué estamos, que vivimos temerosos? ¿Para qué sirve? ¿Adónde apunta esto? Si la inseguridad crece, es porque estamos domesticados, reproducimos lo de siempre, y para superarnos, debemos ser creativos.

A la filosofía práctica "Después de Nietzsche” la encontramos en la calle, y no en los castillos filosóficos o moralismos victorianos. La búsqueda de un orden y un porqué, cesará cuando alguien pueda calcular con el espíritu y la razón, el porqué del hambre o la inseguridad. Un individuo creativo religioso o no religioso, moralista, inmoral u amoral tiene dos rumbos: La de posicionarse frente al otro viéndolo como cosa, o la de verlo, como alguien de carne y hueso. Apreciarlo como este hombre singular, es superarse creativamente. Ser lo que uno es, no un domesticado, sino un comprometido. Ello es ser moral. En palabras de Vattimo: "la postmodernidad significó el paso del pensamiento fuerte, de las creencias verdaderas, al pensamiento débil, valores débiles, alejado de una vida existencial comprometida”, o de lo que yo defino como El gran Vacío.

(*) Periodista, filósofo y escritor.