En las distintas regiones del país se suceden prácticas anuales, por parte del hombre, que afectan las condiciones ambientales provocando enfermedades en las personas y pérdidas materiales comprobables, sin que nadie las prohiba o ponga un freno efectivo para que no se repitan periódicamente. Una de las más graves, por las consecuencias en la salud de la población se da en la provincia de Tucumán, con la quema de cañaverales de azúcar, que obliga a convivir, entre los meses de julio y octubre, en un ambiente cargado de humo y hollín que invade tanto a las zonas rurales como al ambiente circundante a la ciudad de San Miguel, la capital de la provincia norteña.
Se trata de una rutina de la industria de la caña de azúcar, la actividad más importante de Tucumán, cuyo proceso incluye la quema de los restos de los cañaverales, porque se abaratan considerablemente los costos de la zafra, sin considerar los serios perjuicios que tiene en la salud y la calidad de vida de las personas. La quema de cañaverales causa enfermedades en las vías respiratorias, accidentes en las rutas, suspensión de vuelos, contaminación ambiental entre otros problemas, que suelen agravarse cuando los incendios se salen de control y terminan quemando viviendas e instalaciones en la zona rural.
La legislación vigente, tanto a nivel nacional como provincial, prohibe la práctica de incendiar campos como método para facilitar cosechas o limpiezas de predios, algo que es común en varias zonas del país, incluyendo nuestra provincia. La situación tendría que dar lugar a severos controles y enérgicas sanciones por parte de las autoridades respectivas, como también a campañas de prevención que desalienten esta costumbre.