...'Buen poema ejemplar nos dejaste, Guido, con tu simple ademán de construir riberas en mares desolados...''


¡Mirá que irte ahora cuando la primavera amenaza desde el purpúreo de los prunos y la estampida adolescente de las moreras! Quiero decir: dejarnos esta cortina de soledad, justo cuando la parada de las flores espera a los poetas desde el río maternal de la savia. No será poca cosa un poeta menos. Se ha ido Guido Iribarren. No digo que hay que avisar cuando en esos silencios se nos viene el desamparo del alma. Sólo digo que tendríamos que estar preparados -tarea casi imposible- para resignar vientos de amapolas, secretos de pájaros. 


Cuando con Guido nos cruzábamos en la calle, teníamos la muletilla de decirnos: "¿Cómo estás, poeta?", y el otro contestar: "Más poeta serás vos"; y reírnos, siempre reírnos casi infantilmente de cualquier idea que se nos desplomaba desde el pecho, cualquier embrión de poesía que lanzábamos al viento como volantín de utopías, querido Guido Iribarren, porque vos estabas hecho para eso; eras simple, sano, buena gente. 


Una vez escribí: "Guido es capaz de componer un poema en menos de lo que canta un gallo, hilvanar un vendaval de frases bellas como cualquiera mastica un caramelo o simplemente respira; relatar San Juan en maravillosas viñetas como si desmigajara un pan, porque Guido está pletórico, satisfecho de vida simple y elevada, henchido de poemas que le revientan por los poros y que, como flores silvestres, es imposible evitar que broten".


¡Qué macana, enorme amigo, idealista implacable, decidor de luz, componedor de belleza, alejarte de nuestras urgencias de sueños! Las casas no sucumben por los terremotos ni el fuego, sucumben por la ausencia de quienes las llenaron, las prestigiaron. Poeta de las Diagonales te designó tu nacimiento en Caucete. Diagonales te hamacaron en el remanso del poema, como con intención de cruzar espadas, no para la muerte, sino para reconstruir jardines para agasajar la vida. 


Buen poema ejemplar nos dejaste, Guido, con tu simple ademán de construir riberas en mares desolados, con tu modestia de hombre profundamente recto -casi niño perteneciente a una bella historia para grandes-; buen ejemplo para esta provincia de hombres señeros, admirable Guido Iribarren. Radios sanjuaninas golpeteadas balbucean toces de llanto. La palabra engalanada ha sido herida para siempre.


Un barrio pegadito a la ciudad te despide como quien despide a un ruiseñor que ha sido liberado. La casa, el barrio ya no serán iguales sin el pájaro prodigioso que les cantó; pero las callecitas de un Trinidad incipiente arrimadito al murmullo de la urbe gritona, cuna de héroes barriales que le pusieron nombre y quimeras, comenzarán a ser desde ahora las venas de un suburbio donde vivió, soñó y nos hizo felices Guido Iribarren.

Por el Dr. Raúl de la Torre
Abogado, escritor, compositor, intérprete.