
Hace unos días publicábamos en "Plataforma realista” las bases principales del discurso del presidente Bolsonaro, al asumir su mandato, que fueron las siguientes, concretas, resumidas y sin medias tintas.
"Hoy es el día en que el pueblo comenzó a liberarse del socialismo, de los valores invertidos, del gigantismo estatal y de lo políticamente correcto. Esta es nuestra bandera, que jamás será roja. Sólo será roja si es necesaria nuestra sangre para mantenerla verde y amarilla. Es tiempo de luchar contra la corrupción y la irresponsabilidad económica. Vamos a unir al pueblo, valorizar la familia, respetar las religiones y nuestras tradiciones judeocristianas, combatir la ideología de género, conservando nuestros valores”. No pueden ser más precisas y contundentes, no requieren ninguna aclaración. Sin embargo, la mente enviciada de nuestros periodistas acosaron al ministro de Relaciones Exteriores, Jorge Faurie, para requerir su opinión sobre el llamado de Bolsonaro para "combatir la ideología de género”. Se presumía que las preguntas apuntarían hacia las relaciones políticas con Brasil, pero pudo más el latente efecto del relato sobre las relaciones sexuales. El canciller argentino no quiso hacer un juicio al respecto. Sin embargo, tuvieron respuesta de una fuente oficial del gobierno que recordaba las políticas en contrario desplegadas por el Poder Ejecutivo en su esfuerzo de imponer la agenda de género durante los últimos meses. "No juzgaremos lo que haga Bolsonaro al respecto”, decía. Es de por sí evidente la petulancia de la respuesta, pues no se ve cómo el gobierno argentino puede juzgar lo que haga el brasileño. A esta altura, un hecho de suma importancia como lo es el del discurso de la asunción del poder por un nuevo mandatario, parece no haber sido analizado e interpretado debidamente por nuestros periodistas. En efecto, las palabras de Bolsonaro podrían ser dardos respetuosamente lanzados hacia el presidente argentino, ya que cada una de las decisiones anunciadas constituye la antítesis de la política llevada a cabo por Macri. No se puede negar el particular significado de "El pueblo comenzó a liberarse del socialismo, de los valores invertidos, del gigantismo estatal y de lo políticamente correcto”. La terminante expresión "Vamos a unir al pueblo, valorizar la familia, respetar las religiones y nuestras tradiciones judeocristianas, combatir la ideología de género, conservando nuestros valores”, es un conjunto de buenas intenciones que nuestro gobierno debió haber llevado a cabo desde sus primeros pasos y que luego de tres años se transformaron en calamidades.
Las comparaciones suelen ser odiosas, pero a veces necesarias. ¿Cuándo el presidente Macri pudo expresar con tanta claridad y convencimiento que "nuestra bandera celeste y blanca jamás será roja?” Y qué cerca estuvimos de pintarla si no nos salvan los soldados que lo impidieron con su sangre y que ahora están presos. Como notamos, existen notorias diferencias.
Cuando Chile tiene su polémico emblema "Por la razón o por la fuerza”, nosotros no tenemos ni la razón ni la fuerza y fracasamos. Mientras el de Brasil es "orden y progreso”, nosotros tenemos desorden y atraso y así estamos. Macri perdió la gran oportunidad que lo podía haber llevado a ser el líder de la democracia en Latinoamérica, en la tarea de luchar contra el nefasto populismo que azota nuestra América.
Por Silvio Pedro Pizarro
Exgerente de Aerolíneas Argentinas 1948 – 1989. Estudios cursados en Colegio de Lasalle.
